Tener a un poeta peruano vivo con una obra poética tan sólida que cuenta con consenso en el Perú y en el extranjero, no es nada fácil en estos tiempos. Pero si agregamos a ello que este poeta —que no es otro que Eduardo Chirinos— tiene una constante y seria preocupación por la poesía como fenómeno creativo y por las poéticas tanto de sus contemporáneos como de aquellos que han influido en su trabajo, nos hallamos frente a una verdadera rara avis poética y académica.
Nueva miscelánea antártica confirma y amplía esta visión de un poeta no sólo dedicado a la creación, sino preocupado por los caminos sinuosos y ocultos del fenómeno poético y su forma de darse en el mundo. El libro se abre con «Las resquebrajaduras de Babel», un texto a mi juicio esencial, donde se discute la ya venerable y poco resuelta (en la cabeza de muchos poetas en ciernes) idea de que existen, o coexisten, dos tipos antagónicos de crítica literaria: la impartida desde los estrados universitarios, y aquélla interpretativa, y por ende más ideológica, apoyada en el marxismo, la fenomenología, el psicoanálisis, entre otras disciplinas. Entre estos dos muros opuestos y a la vez cercanos, se cree que no cabe la figura del poeta. Vale la pena citar, entonces, lo que piensa Chirinos sobre las famosas reticencias de Northop Frye a que el poeta ejerza la crítica: «No se trata de algo reprobable: un escritor que hace crítica hace uso legítimo de su saber literario y de sus propias experiencias de lectura. Un escritor no debe temer el ejercicio de la crítica, ni dejar que los críticos se lo impidan en nombre de la especialización de los saberes». Este texto, sumado a lo dicho por el autor en su prefacio («si alguna unidad tiene este libro, debe buscarse en mi vieja pasión por la poesía. Ella está presente como sabe estarlo: sin obedecer planes ni programas»), son los remos que hacen avanzar, bordeando costas y vadeando ríos insospechados, novedosos y sorprendentes, esta miscelánea nueva.
El volumen, efectivamente, aduna textos de los más variados. Da a conocer en el Perú poetas valiosos como la norteamericana de origen hindú Prageeta Sharma, o los mexicanos Silvia Eugenia Castillero, Blanca Luz Pulido y Ernesto Lumbreras; pero también nos recuerda, en clave testimonial, a coterráneos fundamentales: Javier Heraud, Javier Sologuren, Antonio Cisneros. Y, por supuesto, afina la puntería poética y traductora con Robert Pinsky y el sorprendente José Garcia Villa, poeta filipino traducido por primera vez al español. Completa la colección, que sólo en apariencia podría percibir el lector como iniciática, un puñado de reseñas sobre libros de jóvenes poetas latinoamericanos, como Diego Otero, Andrea Cabel, David Cruz y Luis Alvarado.
El libro, por si fuera poco, no está exento de ideas brillantes. Como cuando el autor alucina una antología de poesía peruana dividida entre poetas histéricos y poetas perversos, siguiendo una división filosófica hecha por Slavoj Žižek en El sujeto espinoso, siguiendo las divisiones de la música del siglo xx impartidas por el esteta y filósofo alemán T. W. Adorno. Pero, si un valor agregado más tiene la deliciosa miscelánea de Chirinos, es su amor por mostrar al lector las aguas lejanas de ese vasto mar que es la poesía de este mundo manifestado. Por ello agradecemos su conocimiento y su amorosa paciencia para traducir poemas de la neoyorquina Louise Glück y del turco Metin Altiok, pero sobre todo los textos del ya nombrado García Villa, de quien me apresuro ahora a buscar en internet todo lo que encuentre, y a sumergirme en las cada vez más numerosas librerías de viejo de la vieja Lima, en busca de algún libro suyo.
Acaso sea ésta la mejor prueba de que un volumen de crítica poética ha tocado realmente tu alma, tu corazón o tu mente. O los tres: miscelánea interior que empata con la entusiasta y maravillante Nueva miscelánea antártica que nos regala el poeta y crítico Eduardo Chirinos.
Nueva miscelánea antártica, de Eduardo Chirinos. Universidad Católica Sedes Sapientiae / Borrador Editores, Lima, 2012.