Preparatoria 11 / 2012A
–Hija, mira quién llegó –gritó la madre de Sofía.
Ella bajó emocionada, su tío Arturo de 18 años había llegado. Raramente, Arturo nació cuando su madre tenía 57 años, de ahí su joven edad. Martina, la madre de Sofía, saldría esa noche al hospital, la operarían y alguien debía cuidar a Sofi, de tan sólo 10 años.
–Hola, Sofi –dijo Arturo cuando el carro de Martina desapareció entre las demás casas.
Fueron a cenar, en la mesa había unas hamburguesas listas para preparar; después vieron en la televisión una película que a Sofi le encantaba: Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el ropero. Al terminar la película ya era hora de dormir, Sofí fue a la cama y Arturo la cubrió con una manta para que no pasara frío.
–Oye, Arti –dijo la niña antes de que su tío saliera de la habitación–. ¿Tú crees que Narnia exista?
–No lo sé… en la película estaba en un armario.
–¿En el que está en la habitación de mi madre?
–Podría ser.
–¿Y veré a Aslan?
–Quizá escuches sus rugidos.
–¿Y veré la nieve y a la Bruja Blanca?
–Quizá sientas cómo el frío se apodera de tu ser.
–¿Vamos a Narnia?
–Sólo si tú entras primero –concluyó Arturo.
Fueron a la habitación y entraron al ropero. Sofi no vio Narnia, pero logró escuchar esos rugidos de placer mientras el frío penetraba su ser…
–¿Vamos a Narnia? –le preguntaba Arturo con ese pedante brillo en sus ojos cada vez que la veía–. Vamos a Narnia –le susurraba después.