tenía una maestra muy hermosa
y su hija de mirada celestial era amapola en el abismo
pero no lo suficiente para alejar mi angustia
arrancar de mi banca el miedo y la desesperación
jugué con mis compañeros futbol
y las lágrimas hechas mugre en mi cara
lloré frente a la severidad de la profesora
y aunque mi madre aún no moría
me sentí el pájaro más desolado
las tardes eran lluvia gris clavos en los ojos
y las tareas un salón oscuro de risas macabras
no sabía de historia gramática ni algarabía
ni que podía suicidarme o matar a mi maestra
todo era futbol y miedo con libros entrañables
fábulas conjuros y poemas que me regalaba mi padre
la verdad es que siempre aborrecí la escuela
sus horas de retórica sucia y suplicio
las matemáticas hurañas la fotosíntesis mezquina
aún tengo la pesadilla cruel de pupitres y pizarras
salones decorados con el mapa del desprecio
tenía en la niñez una maestra bellísima
entendí muy tarde que la desgracia eterna
puede tener un rostro muy dulce