Sacó tranquilamente uno a uno
todos los cedés
y los dispuso en línea
escamas de algún pez
arcaica ondulación
de la blanca serpiente por la casa.
Cuando suenan los golpes un temblor
de naipes que se caen un reguero
de plata la aleación
de cromo y aluminio cenizas
gusano que salpica
los cuadros los sofás la hora
del espejo.
Toma abuelo aquí está
tu memoria.
Y le puso al abuelo
un jarrón color acre
—rebosante de gloria—
en las rodillas lacias.
Y la silla de ruedas enajenada loca
daba vueltas más vueltas
como en una espiral
crujiente de vinilo.
Morir.
Ya te puedes morir.
Y el jarrón funerario
—rebosante de gloria—
más cruel más cruel
sonreía…