Guadalajara, Jalisco, 1990. Su libro más reciente es «Líneas imaginarias». (Editorial Veinti6 Vienti8, 2023).
Lo primero que experimenté al iniciar esta novela fue extrañeza. Sentía que no podía agarrarme a algún género conocido, a otro libro que fuera igual que este, a pesar de que, como el mismo narrador sugiere desde el principio, se trata de una novela que mezcla dos estilos ampliamente trabajados a lo largo de la literatura. «Ginny Moon no es su verdadero nombre, es el seudónimo que hubiera elegido si en lugar de historias de monstruos escribiera historias de amor. De mujeres buenas que terminan cogiendo montadas sobre piratas que surcan los mares y les heredan sus barcos cuando mueren de borrachos.» Esa extrañeza, en el buen sentido de la palabra, en el sentido donde la palabra es sinónimo de unicidad, de algo nuevo, continuó a lo largo de las ciento ochenta páginas que conforman este libro, debido a que, aun cuando el texto podría leerse como una reinterpretación de la novela rosa y la de monstruos, mezcla los géneros hasta hacer desaparecer los clichés y los personajes unidimensionales, tan característicos en esos tipos de literatura.
Nuestra protagonista es Ginny Moon, una gringa tan singular como su nombre que tiene varios años viviendo en Chapala, donde trabaja como cocinera en Tony’s. Le gusta escribir terror, tiene una prótesis de plástico como pierna y una obsesión con una matanza de monstruos ocurrida hace varias décadas. Por su parte, Joaquín trabaja en el mismo lugar como mesero, es novio de una chica muy joven llamada Rita y comete un crimen accidental que une el destino de los tres personajes. Su aventura los pondrá en situaciones en las que el pasado revive en el presente porque, como asegura el título del libro, es demasiado tarde para ser otra cosa, o donde nuestros instintos más salvajes terminan por salir a la superficie (el miedo, la fuerza, la violencia) como esos lirios que invaden lagos. Es así como la historia cambiará de género una y otra vez.
La novela inicia con un tono romántico al presentarnos a Ginny Moon, una mujer que tras perder a su esposo se muda a Chapala para olvidar el pasado. También está la historia de amor de Joaquín y Rita, una intensa relación entre dos jóvenes que parecen tenerse únicamente el uno al otro: «Ahora es ella quien bebe, con los ojos abiertos, mirando el fondo y respirando en el hueco de cerámica. El eclipse sólo dura un par de segundos.
—You must love him very much.
—Sí, sí lo quiero mucho —usa un tono que no había usado para hablar de Joaquín. Quizá una lo dice así cuando el amor por su hombre acaba de ponerse a prueba.»
Poco a poco se nos irán revelando más detalles de esas relaciones, en donde se cruzan una camioneta que hacía lobotomías a domicilio, incesto, muertes y estupro, convirtiendo esos romances en historias de horror.
Por otro lado, las tilapias asesinas y los monstruos marinos. Las primeras hacen acto de presencia una noche en que los empleados de Tony’s son contratados para servir el banquete en una boda a la orilla del lago. En el momento justo en que la comida empiece a servirse, las tilapias desgarrarán el vestido de la novia y los uniformes de los meseros, devorarán dedos y escotes de los invitados. Por su parte, los monstruos marinos los conocemos a través de una leyenda famosa entre los lugareños: una noche, un grupo de pescadores sobre su balsa fue atacado por bestias de afilados colmillos que amenazaban con tirarlos al agua y devorarlos. Lo primero sucede únicamente en la cabeza de Ginny Moon, harta de su trabajo y de su jefe que es un imbécil, incluso harta de las bodas y del amor. Lo segundo, se trató de un acontecimiento sucedido a principios del siglo xx, cuando la esposa de algún político porfirista, encantada con los lagos franceses llenos de lirio, trajo algunos ejemplares y los depositó en el lago de Chapala. Rápidamente se volvieron una plaga y provocaron una merma en la biodiversidad del lugar. Una decena de manatíes fueron traídos (no de Francia sino de otro lugar de México) para que devoraran los lirios, pero los pescadores, atemorizados por su aspecto, los mataron uno a uno. De esta manera, el terror de las tilapias asesinas y los monstruos se diluye en medio de la fantasía y el drama histórico, llevando el relato hacia situaciones inesperadas que mantienen la tensión todo el tiempo.
Esta mezcla termina por crear una novela en la que los géneros se desvanecen al pasar de uno a otro, eliminando los clichés ampliamente difundidos a través del romance y el terror, dotando a los personajes de características que los vuelven complejos (no sólo víctima o victimario, sino ambos) y confeccionando una historia que se siente única. Cecilia Magaña refresca un tipo de literatura que, antes de esta novela, parecía no poder ofrecer algo más.