Estudiante de Letras Hispánicas (UdeG)
Mientras estaba tejiendo hilos y fumando tabaco en pipa, me vino a la mente cómo el poeta deja de serlo cuando habla de su amada en el mar, de alguna cita en un café, y si trescientas veces son pocas he escuchado las plabras claroscuro y hojarasca en algunos poemas y cuentos.
Por qué los amores en los cuentos no nacen mientras ella tira a la basura un pañuelo con mocos, y en lugar de ser una chica de piernas firmes no tiene unos pies que parecen aletas azules de ballena gris, si yo aunque no escribo mucho podría hablar de un cepillo de dientes rojo abandonado por la boca sucia de su dueña vieja, en lugar de aquel hombre que va en el colectivo mirando por la ventana caer la lluvia.
Por qué es tan fácil copiar los lugares y las cosas… pór qué es tan frágil el corazón para emocionarse tantas veces con lo mismo, por qué aunque nos hacen falta patadas para renovarnos y aceptar la necesidad de un cambio en nuestra lectura y escritura, estamos en una agarradera colgante donde una idea pesada nos amenaza con caer a un agüjero tan negro que nos limita a ver todo blanco, sin rayos de colores. Y es que querremos todo bonito aunque eso bonito nos haga tan desgraciados.