(Guadalajara, 1978). Es productora y conductora en Radio UdeG. Fue amiga de Raúl Padilla López.
a Raúl Padilla López
Pocas personas en la Universidad me llaman por mi segundo nombre y Raúl era una de ellas. «¡Yasmin! ¿Y tu tesis?» fue su favorita durante un tiempo, la decía sí o sí, cada que me veía, cada que coincidíamos en algún evento, ¡y vaya que di margen para que la dijera varias veces, hasta que finalmente me titulé!
Yo, por aquellas fechas de juventud, andaba de un querer vivir la vida y no saber nada de la escuela, pero hubo una voz, la de Raúl, que me hizo retomar el camino académico y seguir adelante. Mi tema de investigación no tenía demasiada bibliografía, fue complejo. Se había documentado poco y debía realizar entrevistas para reunir material. Terminaban los tiempos de Vicente Fox y requería hablar con Jorge Castañeda sobre su propuesta de enviar intelectuales a las agregadurías culturales. Raúl me dijo que él podría ser el contacto, pero nunca se concretó. Lo que sí pasó con el ofrecimiento fue que hizo real en mí la posibilidad de diálogo con el excanciller para citarlo. Así que persistí en la búsqueda y a Castañeda lo contacté por otra vía.
Cuando terminé la tesis, pedí a Raúl ser uno de mis sinodales. Él aceptó. Semanas enteras padecí la intriga sobre si iría o no a mi examen profesional; pocos días antes me convencí de que por supuesto no iría. Efectivamente así sucedió, pero envió sus comentarios. La doctora Mara Robles, quien también fuera mi sinodal, llevó el texto y dio lectura. Nunca sabré si él la leyó o sí alguien más lo hizo, pero tampoco deseo saberlo, prefiero seguir en la creencia de que las palabras de aliento y la revisión positiva a mi trabajo fueron suyas. En el ajetreo y éxtasis de convertirme, por fin, en una profesionista titulada, olvidé pedir el documento con sus visiones. Semanas después intenté conseguirlo pero fue imposible. Así que sólo me queda un vago recuerdo de aquellas palabras y el orgullo de su ausente presencia.
Tiempo después de mi titulación me debatí profundamente si debía o no solicitar su apoyo de nuevo. Y sí me animé. Armada de valor regresé a su oficina a pedir trabajo. La respuesta fue inmediata, rotunda y negativa: me dijo que no. Que si me apoyaba con un puesto dejaría de estudiar y de crecer, que aún era joven y debía prepararme. Me instó a estudiar en el extranjero, cosa que yo deseaba, pero que no pude concretar por temas personales. Años después continué la maestría en casa, en la Universidad.
Guardo con cariño recuerdos del día que le regalé un cuadro, una fotografía tomada por mí. En una visita que hice a su oficina la sorpresa fue enorme: sobre la repisa de un librero descansaba la pequeña imagen en blanco y negro, aquello me llenó de alegría. Otro día le compartí mi tristeza por el cambio de la Radio del piso doce hacia Belenes, allá en la lejanía del Telmex. Él me escuchó paciente y sólo me miró. Me aventuré a decirlo sabiendo que no conseguiría nada, pero quería decírselo. La siguiente vez que nos encontramos me saludó y pidió a su asistente que me invitará a la fiesta por andar de quejumbrosa. Sólo me reí y moví la cabeza, me di cuenta de que mi drama sólo alcanzó para una fiesta. O el día que a las tres de la tarde, sol a plomo, esperaba el camión mientras en silencio pedía al destino pasara algún conocido y me diera raite. De pronto, una Suburban blanca hace alto en el semáforo. Se baja el cristal del copiloto, alguien asoma la cabeza y me llama por mi nombre, «¡Yasmin!». Frunzo el entrecejo, agudizo la mirada. Me habla y con la mano pide que me acerque. Con extrañeza comprendo que es él. Me dice que me llevan. Él se bajó a las dos cuadras pero pidió que me llevaran. Llegué a casa sorprendida de aquellas coincidencias. Los instantes con Raúl siempre eran impredecibles e inesperados y siempre versaron sobre temas personales, fueron paternalistas; donde él guiaba, sugería.
Desde mi trinchera fui testigo de la fuerza con la que Raúl edificó toda una época de la cultura en nuestro estado. Como comunicadora estuve presente en la inauguración de varios recintos, además he participado y hecho cobertura de toda la gran infraestructura cultural universitaria: la FIL, el FICG, Papirolas, FIMPro, Día Mundial del Libro, las actividades del Conjunto Santander, Teatro Diana, Auditorio Telmex, Teatro Experimental, Teatro Vivian Blumenthal, Casa Vallarta, Casa Escorza, la Cátedra Julio Cortázar, las múltiples exposiciones del Museo de las Artes y los encuentros, congresos, bienales, etc. He estado en todo, crecí en la Universidad de Guadalajara y sigo en ella. Raúl, a mi oficio, le dio una abundante y rica realidad cultural, también por ello mi pensamiento lo admira, lo honra.
Me provoca una gran extrañeza su ausencia y más pensar en el futuro, pero deseo que aquellos que son semilla, por justicia y homenaje, crezcan. Y que cada árbol que sembró extienda su fronda y cree un bosque tupido, sano y resistente para los nuevos tiempos de nuestra casa de estudios.
Mientras, su voz seguirá resonando: «¡Yasmin! ¿Y tu tesis?», y así detendré un poco el tiempo, en esa eterna juventud universitaria, territorio de todas las posibilidades