Yo no pedí nacer mujer pero (igual) gracias

Sayuri Sánchez

(Guadalajara, 1993). Su libro más reciente es Bas Jan Ader: Retrato de un gusano blanco (Sindicato Sentimental, 2021).

La cercanía, o más bien complicidad con la literatura de Paola Llamas Dinero inició en 2017, cuando tuve la fortuna de presentar la fanzina Izquierdo / Odreiquzi, hecha en conjunto con Citlalli Ixchel. De aquel proyecto vale la pena rescatar un elemento que se encuentra patente en el presente libro, que es la escritura desde, para y sobre el cuerpo.

No, pensar en Yo no pedí nacer mujer pero graciascomo una obra dirigida o exclusiva para mujeres, precisamente sería delimitar y corresponder ciegamente a las estructuras performativas «normales»; el rosa es rosa, el azul, azul. Y si no, ¿qué? Así es como, desde su título, el poemario nos confronta y, a la vez, nos acerca con ilustraciones de paint, cuya soltura naïf cumple una función de máquina del tiempo. En ocasiones, vislumbraremos una atmófera con gráficos de Super Nintendo, el juego, la fiesta y el regateo por las caguamas intercalado con la gastritis, los cólicos y la metapoesía.

La palabra fiesta significa:
no te mates

Googlear google es tan sólo una efímera distracción para las violencias que la voz lírica testimonia en esta obra, iniciando por el poema que la inaugura y pone título a este proyecto. Parafraseando a Bad Bunny, y tomando en cuenta a Llamas Dinero como una heredera de la oralidad, Yo no pedí nacer mujer pero gracias se postula como un himno que no caduca por estrofas como la siguiente:

Porque tu primer novio te amenazó
con un bate y te gritó pendeja y puta
y luego fingió que se cortaba el pecho
con un cuchillo
mientras señalaba que era tu culpa.
Porque tu siguiente novio
te criticaba por no vestir femenino
y te chantajeaba para vestir a su gusto
al salir con sus amigos.

Quizá nos suene familiar esta situación, quizá sólo haya variantes mínimas o quizá nos resuene la historia de las historias de nuestras amigas, hermanas, mamás, abuelas. Una estrofa después, el testimonio da un giro de tuerca:

Porque luego llegó otro
y te dijo o la poesía o yo
y decidiste la poesía.

Y quizás aquí recordemos a las poetas que nos antecedieron, y al final algo salió mal. Como joven creadora, desde la academia pueden hacerte creer que decidir la poesía es lo que sale mal. Pero ahora, desde la comprensión colectiva, sabemos que decidir el oficio poético no te lleva a la locura o la muerte, sino, más bien, las exigencias patriarcales de la época (cualquier época), que jamás corresponderán a la poesía. Y el día que lo hagan, habremos de volarnos las bardas con vidrios incrustados.

El registro de Paola Llamas oscila entre el relato bolañesco y la sublimación de los dolores, a la manera de Inger Christensen. También cuenta con una breve aparición de J. Balvin y una reflexión crítica de los medios digitales y sus posibilidades como herramientas genuinas de la escritura, caracteres que se despliegan en los siguientes versos:

Internet es una forma de
ocultarme,
cuando me muestro
me oculto.
[…]
«Voy por la vida como ir
Eliminando notas en mi
[celular
El pasado proporcional
mientras más atrás, más
[absurdas».
[…]
y el mar se oye bonito en un
[audio de Whatsapp

En la obra, destaca también la aparición de las figuras materna y paterna, como personajes cuya visión de la protección dialoga bastante con el hecho de habitar y construirte en un entorno sin mucha seguridad en el exterior. Ese punto alcanza su cúspide en «El oro pesa más con miedo», donde la voz nos cuenta sobre el día en que su padre intentó enseñarle a usar una pistola:

Te dije no
quiero lastimar a nadie
y dijiste dispara
te dije no
y dijiste dispara
no quiero
que te lastimen.

Paola Llamas, entre la pistola y la poesía, vuelve a decidirse por la poesía y es así como en la atmósfera de esta lección de autocuidado fallida, los objetos que semánticamente corresponden a la destrucción se vuelven materialmente pesados.

Finalmente, el cierre de esta obra deja atrás los escenarios de las muchedumbres y los paisajes enterregados para dar paso a la captación de la atmósfera que nos dejó el confinamiento:

Leo mal, duermo mal
hago ejercicio en un espacio de m2
me tomo selfies que digan
sudar hace feliz
pero no estoy feliz.

Retornamos al cuerpo y, en esta estrechez del espacio, ahora se suma el cuestionar lo interior
y lo exterior, lo público y lo privado, tal como lo reflexiona Peter Zumthor desde el quehacer arquitectónico: ¿qué es lo que yo quiero que los demás observen de mí?

Quizá decidamos otra vez la poesía.

Yo no pedí nacer mujer pero gracias, de Paola Llamas Dinero. Osa Menor, México, 2021.

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