XI Finalista Luvinaria-Poesía / Retrato hablado de los malditos

Jaime Jordán Chávez Ordóñez

CATEGORÍA LUVINARIA

Licenciatura en Letras Hispánicas, CUSUR

I

¡Ah, los malditos!
Nacen con un ansia del tamaño del infierno,
se multiplican, se propagan, se transforman
y un instante después ascienden y dejan
viciosas, inmateriales, infinitas
semillas de la soledad
sembradas en las reverberantes llanuras del dolor humano.

Van hinchados de llanto, hinchados de viento, hinchados de soledad
hinchados de dolor, hinchados de enigma,
en sus hombros llevan un ataúd
y el muerto 
son ellos mismos.
No aspiran a ser solemnes trapecistas
sobre un hilo que arde de tanto ego desmesurado,
se dirigen hacia los confines de su propia herida
arrastrados por las mareas de sus sueños más oscuros
repletos 
de botellas sin mensajes y navíos sin nombre.
¡Ah, los malditos como rien!
ríen nerviosamente, ríen sin razón
rien de la muerte, rien de dios, ríen de la soledad, ríen de sí mismos
rien y rien y rien y rien y rien
y se arrullan como las palomas del tigris
y están sucios y se lavan en su propia sangre 
y venden su dolor como unas pobres verduleras
     en este mercado 
donde se oyen las voces de todos los poetas
que han vivido.

II

¡Ah, los malditos!

Postrados ante la sórdida irrupción de algo que solo ellos escuchan vagamente
entregan sus manos que no les pertenecen
                    a la más sádica de las musas,
cada uno de sus palabras es un muro diferente para resguardar la piel
del molino distante 
que arrastra
 todos los pensamientos y sensaciones,
las extensiones más lejanas de sus cuerpos se pierden vagamente 
                                                                				      entre los paisajes
 que el mundo
                                                                       ha olvidado para siempre,
siempre ven el cielo con los ojos empañados, siempre dicen nunca, nunca dicen siempre,
son la cifra de un ghetto
 que nunca aparece en ninguna estadística social,
son la renovada muerte de un mismo amanecer inolvidable

¡Ah, los malditos!  ¡Los malditos!

Siguen todavía cargando en su espalda 
las ruinas de su imperio eternamente derrotado
son piedras solitarias en el desierto inexorable de la sensación,
no puede ser, no puede ser,

¿cuánto más seguirán remando en sus propias llagas?

se van a beber todos los ríos
se van a beber todos los cielos
se van a beber todas las almas
                                                       pero nada será suficiente
III

Ni siquiera pararse frente a la humanidad entera con la pose de esos emperadores y dioses que aparecen en jeroglíficos egipcios, ni siquiera ser el papa ni siquiera ser el mismísimo Pablo y tener las llaves doradas de la jaula más preciosa del mundo ¡Nada es suficiente! ¿Por qué? ¿Por qué nada es suficiente? Tanta transgresión, tanta alma despedazada arrojada en este baldío sideral, tanta voz sepultada bajo tierra para cantarle a los muertos ¿En busca de qué? ¿Por qué les fue dado ese don? ¿De qué sirve que dancen todas esas luciérnagas y esos relámpagos en su limbo encarnado? ¿De qué sirve cortar el paisaje con un cuchillo pedacito a pedacito hasta hacerlo ceviche para dárselo de comer al diablo?

IV

¡Ah, los malditos! ¡Los malditos!
¿A qué han venido? ¿Por qué necesitan 
plasmar su desolación en el cielo,
en el desierto y en su propia piel?

¡Ah, los malditos! ¡Los malditos!
escribirán tantos libros
que no quedara un solo árbol

tendrán tantos hijos
que no podrán abrazar a uno solo,

a su mujer la llamarán aire,
a la muerte la llamarán dios,

abandonaran la vida para siempre
pensando que han alcanzado
una vida nueva.
 
Comparte este texto: