CATEGORÍA LUVINARIA
Licenciatura en Letras Hispánicas, CUCSH
I Un día mis manos dejarán de ser fuego y tu saliva no será alimento del silencio y mi lengua sabrá lamer las flores sin que su tacto sea el de cuchillo en mi paladar. Un día mi pecho tendrá límites y no querrá parecerse al mar, y mi boca aprenderá la coreografía de las mentiras de Isolda anunciando y guardando el secreto de Tristán entre sus piernas. Te empapas mientras me enjuago en la tierra que es ceniza que es pájaro. El deseo es un cuento tan viejo, quiero escuchar el canto sobre las plumas del cuervo una noche de luna nueva y sobre espejos que regresan la sonrisa cruel al ser más miserable. II Todas las palabras son sentencias y, mi voz, hambre insaciable. Hace tiempo que por las venas me recorren gusanos, y de mi piel se aleja el tacto de las cosas que son. Y una vez las paredes fueron blancas, las camas cálidas, pienso en resucitar cuando mi canto mudo no abarca el cuchillo enterrado hasta el hueso. Lúdico y lógico enterrarme en la tierra como topo porque algunas veces soy loba aullándole a la luna y, otras, serpiente deslizando mi vientre por la tierra, arrastrando mi cuerpo vil y mezquino con este aliento fétido, fúnebre y funesto. No he de reconocerme en los ojos de mi madre ni en las sombras de la noche, ni en los cánticos de polillas en la casa que no es mía. Un día mi sudor, un día el coágulo que me paraliza: ya no soy agua, soy sólo arena ardiendo en el bosque más húmedo. III Me conté aquella noche como una sentencia de muerte en la que él vivió y yo existí. Veme, pensé: “Veme” entre una oscuridad que reafirmaba la negación de mí misma. Tócame. Reafirme mi inexistencia y lo incorpóreo cuando me tocaste y sentí menos que nada. Fui menos real cuando me tocaste que cuando deseé que alguien me tocara. Escucha, escúchame cuando habla mi vacío queriendo llenar ese hoyo negro con arenas movedizas.