Viejito culiado: poema en Slack

Aziz Córdova

Agua Prieta, Sonora, 1995. Su poemario más reciente es Como siempre, llego tarde (o me vengo muy pronto) (Retina de Gallo, 2018).

Todos los días mi abuela me pregunta si ya me titulé
supongo yo es el karma
porque de niña le preguntaba sin tregua por mis padres
ella se ponía triste y miraba lejos
como si con los ojos intentara alcanzar a alguien
luego me mandaba a hacer la tarea y dormirme.

Una vez leí que los niños prodigio colapsan en la adultez
y me sentí aliviada por un momento
por fin había una explicación para esta miseria
algo de piedad para una muchacha
luego el 80% de mis contactos de Facebook compartió la misma noticia y
se hicieron llamar exniños prodigio
y el dolor volvió más fuerte todavía
hay algo peor que la certeza de no ser especial
y es creer por un momento que sí lo eres
ni toda mi malicia
pudo ahogar a la última flor fétida de la esperanza
el otro 20% de mis contactos, un porcentaje tanto discreto como feroz,
es gente muerta,
seguramente muertos prodigiosos.
Me enamoré a lo wey en mi trabajo
de un cñor que manejaba ubers y antes de eso tenía un buen puesto en
una automotriz
es el típico señor galán
de tres esposas tuvo que bajar a cero para ahorrar gastos
me contaba cosas de su vida en nuestros breaks de cinco minutos donde
durábamos dos en simplemente librar los puestos de seguridad del edificio
se nos acababa el tiempo en un cigarro
y de cuatro a seis oraciones dependiendo de las pausas para la nostalgia
si me preguntan: insuficiente para volver a sentirse humano.
A la hora del lonche nos sentábamos juntos
y me hablaba de sus hijos
o de sus negocios fallidos que maquillaba como adelantados a su tiempo
me gustaba porque hablaba demasiado
entonces yo no tenía que decir nada
sólo escuchar
con los ojos cerrados
dejando al tiempo quemarse
y apestarme los dedos.
¿Vil, problemático? Tal vez,
pero era mi momento
mi momento favorito del día.

Hace poco cambiaron al cñor de horario
aún recuerdo su cara triste cuando me vio pasar mientras le contaba lo mismo que
me contaba a mí a otra pobre tonta
comencé a sentarme sola
fue ahí donde maquiné esta idea ridícula
de escribir poemas
en una conversación conmigo misma
de un chat corporativo.

Durante las juntas de motivación para no tirarnos por las escaleras
los compañeros de trabajo hablan de sus vidas
unos fueron beisbolistas
otros como el cñor son descendientes de exiliados chilenos
otros son niños ricos que chocaron un carro y están aquí como castigo de sus padres
yo no supe cómo explicar que terminé siendo telefonista nada más por hacerme bolita
y rodar sobre la vida hasta donde me llevara el azar.

La hora de salida nunca llega
uno piensa que sí
pero después de un solo parpadeo
otra vez te toca entrar a contestar llamadas
tu vida deja de medirse en años
y comienza a medirse en alarmas
estoy casi segura de que el mundo exterior es una simulación
y estamos conectados como en Matrix
debajo de los cristales y las sonrisas
debajo de las oficinas de brillantes colores
debajo
lo más abajo que se pueda
en la más humillante posición
a los servidores de la compañía
atendiendo llamadas 24/7
y un montón de editores, subcontratados como nosotros,
manipulan nuestra memoria
para alternarla con blandas experiencias todas iguales, pero
indistinguibles de nuestras vidas verdaderas.

¿Pruebas para apoyar mi hipótesis?
Cuando «cerramos sesión»
aparece un mensaje de ¡Adiós!
y por alguna razón misteriosa
una foto de Hemingway sobre la leyenda,
los compañeros de trabajo le dicen «viejito culiado»
eso me deja entre triste y derrotada y pelona.

Me pregunto quién puso la foto ahí
¿un desarrollador de software, por qué?
Tal vez quiso estudiar literatura
cosa que yo hice
y al final tuvo que conformarse con un buen trabajo
cosa que yo no tengo.

Me pregunto qué pensaría Hemingway
del absurdo charco
donde desembocó su dolor y locura
seguramente se volvería a matar
si se enterara que hay gente que le llama viejito culiado
y al mismo tiempo le va a los Naranjeros
o, tal vez, le agradaría la idea
porque los telefonistas relacionan su cara
con ese único momento de alivio microscópico
(desde que restringieron las idas al baño a una estricta duración
de minuto y medio).

A mí me agrada la idea
de que puedes legítimamente triunfar
hacer cosas importantes
escribir libros
pelear en guerras
dejar grabado tu nombre para siempre en la historia
y de todos modos terminar aquí
atrapado en esta fría oficina
mirando a los ojos
a una exniña prodigio
que nunca aprendió a ser adulto prodigio
justo así, exactamente
como tú.
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