Un fin de año diferente / Carlos Miguel Acosta Navarro

Preparatoria  10

Este año, como todos los anteriores, pensaba celebrar la llegada del nuevo año sola, en su hermoso y vacío departamento. Su esposo, como siempre, le enviaría saludos desde algún lugar lejano del mundo y luego de unos días aparecería con un regalo y besos de compromiso. De pronto una sonrisa asomó a sus labios, se dirigió a su pequeño escritorio y pensó que esta vez poco le importaría la indiferencia de él. Encendió su ordenador y buscó una dirección en internet; ahí mismo apareció un saludo y se dejó llevar por una amena charla. Sí, porque desde hacía unas semanas una nueva ilusión había aflorado en su corazón; aquel hombre que le hablaba desde el otro lado de la pantalla, que se interesaba por ella y sus problemas, la hacía reír de nuevo. Pensó que era el momento de conocerse, así que le propuso una cita para la noche de año nuevo.
      Se sentía nerviosa como una colegiala en su primera cita. Pasó largo rato sumida en sus pensamientos, en la espuma olorosa de la tina, y luego secó su cuerpo delicadamente. Se miró en el espejo, disfrutó viendo su figura esbelta, su piel aterciopelada. Escogió lencería de encajes y satén negro. Se calzó con sus altos tacones y se puso un vestido sensual, tomó su chal y salió en busca de un taxi.  A los diez minutos estaba ante la puerta de aquel pequeño restaurante alejado del bullicio de la ciudad; el corazón le latía furiosamente, hacía tanto tiempo que no disfrutaba de una salida con alguien. Nerviosa, entró y escogió una mesita cerca de la ventana, así vería cuando él llegara. Los minutos pasaron lentamente y mientras saboreaba una copa de vino miles de ideas cruzaron por su mente, hasta que, arrepentida de su potencial aventura, se levantó para irse, pero en ese momento una mano la detuvo, a la vez que una voz que le susurraba: –No tan rápido, mi bella dama-. Sorprendida, volteó y se encontró con los hermosos ojos de su marido. –Creo que te he tenido muy abandonada últimamente-, le dijo, entregándole una rosa. Apenas podía creer lo que veía, pero él, sin darle tiempo, la besó apasionadamente. Aquella noche fue el inicio de otras muchas noches de pasión.

 

 

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