Taller Virtual Luvina Joven
Cuando era niña mi madre me dijo que debía ser una mujer inteligente. Cuando fui adolescente aprendí que la inteligencia te deja solo. Ahora que soy adulto me di cuenta de que todos estamos solos.
Él está en todos mis días a pesar de su ausencia. Duermo con él aunque sus brazos no puedan rodearme, lo beso aunque me sepan a aire, sigo sola incluso en su compañía.
En mi pecho se siente soledad, como agujas mentales que se clavan repetidamente en mi alma dejando espacios huecos sin esperanza de ser llenados, como si yo misma tirara del mecanismo para que la dama de la muerte venga a completarme.
Él me ama y yo a él, no sé cómo sobreviví sin él durante tanto tiempo, cómo es que mi existencia fungía su función sin tener conciencia de lo mucho que me hacía falta, mientras la compañía de otros cumplía interinato y cuando se iban la tortura se volvía mayor.
Llegó y sigo sola, me peino sola, hablo sola, escribo sola; mientras un fantasma en la cocina me prepara un té.