(Lima, 1981). Del libro un bosque ardiendo bajo un mar desnudo (Amargord Ediciones, 2016) se tomó este poema.
rastro
las virtudes de un poeta son las de un asesino: a galope sobre un caballo ciego intenta lacerar una selva pétrea hasta encontrar su arteria. escucha su sí mismo, el que no es él donde es todos, y embellece la destrucción y sueña lo que destruye dándole a los muros la forma de su rostro. vierte estío al doblar de las campanas y cría nervios. nombra toda geografía humana, nube, sal y margen, en su universo de una sola palabra al fraguar el reflejo del silencio. cincela murmuros. recrea cosmogonías como pájaros de niebla que recubre de escamas doradas. detiene sístoles y diástoles para transformarlas en geometría pura: materia donde los cuerpos oscuros brillan a la luz. su escisión renace cuando la flor vuelve a ser tallo y éste desaparece, desparece, desaparece, desaparece… y se levanta ante su atávica derrota: la palabra.