Tepatitlán de Morelos, Jalisco, 1995. Estudiante de la maestría en Estudios de Literatura Mexicana del CUSCH. Ganadora del XIII Concurso Literario Luvina Joven en la categoría Luvinaria / Poesía.
Así que, cuando morimos,
descansamos.
Jorge Manrique
Hoy mi abuela dejó colgada la tristeza
en su patio, tendida como una media recién lavada.
El tejido nonagenario de sus manos
pasó a ser un leve murmullo que recorre
las palmas de mi padre.
Pasó de oración a susurro que alimenta
las raíces de su jardín.
Ayer mi abuela fue tierra fértil,
mañana será la tesis del ángel cruel
que siempre se comprueba.
Todo termina y todo inicia de nuevo.
El hambre, el sueño, la muerte.
Las ansias por despertar.
¿Dónde está el café en la mesa?
¿También volverá?
De niña jugaba a encontrar tesoros en esa casa,
boas y gatos; selva escondida.
Quisiera ver a la niña-abuela y decirle que todo estará bien.
Que mi padre tomará entre sus brazos su cuerpo
y la moldeará ángel en el último suspiro.
Le ocultaré la tristeza de la vejez
y las enfermedades
y la soledad.
Limpiaré sus lágrimas de querubín.
Los ángeles que somos escribimos la ausencia y la pérdida, Rilke.
Los ángeles que somos no miramos el cielo y sonreímos,
asistimos a rosarios con la esperanza de dejar de llorar algún día.