Tentativa de agotamiento de la ciudad de Barcelona [Fragmentos]

Pablo Martín Sánchez

Reus, Cataluña, 1977. Su libro más reciente es Fricciones (Acantilado, 2024). Cooptado en 2014, es hasta la fecha el único miembro español del Oulipo (Ouvroir de Littérature Potentielle).

El proyecto Tentativa de agotamiento de la ciudad de Barcelona (o, en su versión extendida, Tentativa de agotamiento textual y visual de la ciudad de Barcelona en diez plazas), galardonado con una de las becas Premis Barcelona 2020 concedidas por el Institut de Cultura de l’Ajuntament de Barcelona, se llevó a cabo a lo largo de un año (entre agosto de 2021 y julio de 2022). 

A pesar de la provocativa ambición del título (Barcelona es inagotable, como cualquier ciudad que se precie), el objetivo del proyecto era intentar «agotar» en la medida de lo posible diez plazas de la ciudad de Barcelona (una por cada distrito), tal como hiciera el escritor francés y miembro del grupo de experimentación literaria Oulipo, Georges Perec, con su Tentativa de agotamiento de un lugar parisino, en la que se dedicó durante tres días seguidos a sentarse en distintos cafés de la plaza de Saint-Sulpice de París y describir, con la precisión aséptica de un cirujano, «todo aquello que por lo general no se percibe, aquello de lo que no solemos darnos cuenta, lo que carece de importancia: lo que ocurre cuando no ocurre nada, sólo el paso del tiempo, de la gente, de los coches y de las nubes». Años más tarde, el escritor barcelonés Enrique Vila-Matas emularía el proyecto perequiano tomando como objeto de agotamiento la plaza Rovira de Barcelona, lo que daría lugar a dos artículos titulados «Tentativa de agotamiento de la plaza Rovira» y «Nueva tentativa de agotamiento de la plaza Rovira», que constituyen, probablemente, los dos únicos ejemplos de este tipo de escritura publicados en España hasta la fecha.

De hecho, la empresa perequiana (que acabó viendo la luz en forma de libro gracias a la audacia del editor Christian Bourgois) formaba parte de un proyecto más amplio titulado Lugares, al que el autor francés tenía previsto dedicar doce años de su vida y que consistía en elegir doce espacios de la ciudad de París y describirlos hasta el agotamiento, al ritmo de dos al mes (una vez de manera presencial y la otra de memoria). Perec metía luego los textos resultantes en sobres que fechaba y cerraba, sellándolos con lacre, con lo que al cabo de doce años habría reunido 288 sobres, 144 de ellos con descripciones realizadas en los doce lugares elegidos, mientras que los otros 144 contendrían las descripciones de los mismos lugares evocados. El proyecto se vio interrumpido al séptimo año y quedó incompleto, pero en marzo de 2022 la editorial francesa Seuil lo publicó, con el título original (Lieux). Los derechos en lengua castellana fueron adquiridos por la editorial Anagrama, que, en un estupendo golpe de efecto del destino, me encargó su traducción (Lugares, 2025).

En cualquier caso, más allá de inspiraciones e influencias, mi tentativa de agotamiento de la ciudad de Barcelona consistió en elegir diez plazas de la ciudad e intentar agotarlas textualmente, habitando cada una durante un día entero y consignando todo aquello que veía, oía y sentía, intentando radiografiar con la máxima fidelidad posible lo que sucedía a mi alrededor, desde lo más ínfimo hasta lo más íntimo, de lo infraordinario a lo extraordinario, sin olvidar nunca que el objeto de contemplación suele ser un espejo que dice tanto del sujeto que observa como del objeto observado. Esta perspectiva fenomenológica se combinó con una perspectiva antropológica y sociológica, pues la elección de diez plazas de diez distritos diferentes pretendía abarcar las «distintas Barcelonas» que hay en la ciudad, desde un punto de vista no sólo geográfico o urbanístico, sino también social, cultural y hasta económico. De ahí que la tentativa de agotamiento de las diez plazas tuviera un carácter pretendidamente holístico: a partir de la descripción de diez puntos concretos de la ciudad (elegidos atendiendo a factores como la diversidad, la interculturalidad o la interseccionalidad), lo que pretendía era ofrecer una imagen de Barcelona lo más completa y poliédrica posible.

A este intento de agotamiento textual se le sumó un intento de agotamiento visual: pedí a diez fotógrafos y fotógrafas (no necesariamente profesionales, aunque con un interés demostrado por el arte de la instantánea) que me acompañaran a cada una de las diez plazas y, mientras yo intentaba agotarlas textualmente, ellos se dedicaron a tomar fotografías siguiendo la misma premisa. Algunos me acompañaron también en la fase de localización e intervinieron activamente en la elección, mientras que otros prefirieron que fuera yo quien seleccionara la plaza que debíamos agotar. 

Lo que sigue es una pequeña (aunque representativa) muestra, textual y fotográfica, del trabajo realizado.

Distrito de Sant Andreu

Plaza del Comerç 

Jueves, 26 de agosto de 2021 

Fotógrafo: José Ángel Prieto Reche (Reus, 1977)

La plaza del Comerç, en pleno barrio de Sant Andreu de Palomar, es rectangular y está flanqueada por la calle Gran de Sant Andreu, que la recorre de norte a sur. Por el este afluyen dos calles, la del Ajuntament y la del Doctor Balari i Jovany, que confluyen antes de desembocar en la plaza. Justo enfrente del banco en el que estoy sentado, la calle de Pons i Gallarza discurre en perpendicular hacia el poniente.

En mitad de la plaza hay una fuente de hierro colado con dos surtidores, coronada por una farola.

A mi espalda, en la cara este de la plaza, un enorme reloj encajado en un marco de madera marca el ritmo de la vida del barrio (no en vano, a esta plaza se la conoce popularmente como la Plaça del Rellotge).

Tentativa de inventario de los gestos o acciones que se hacen en la plaza: llevarse la mano al bolsillo, arrastrar un carrito de la compra, empujar un cochecito, rascarse el codo, hablar por teléfono (con o sin manos libres), leer el periódico, fotografiar, comprar el periódico, llenar un cubo de agua en la fuente, caminar, hablar, observar, sentarse, escribir (en el móvil o en una libreta).

[…]

En la puerta principal del Versalles, bajo el nombre del café, pone «1915»; no obstante, en la esquina con Pons i Gallarza hay otro cartel que reza: «Versalles, 1928». Preguntado al respecto, el camarero se encoge de hombros y dice que hay discrepancia de opiniones.

Cada vez caen más gotas. Intento proteger la libreta. El camarero me recomienda entrar. Le pregunto si no van a abrir los parasoles. Me dice que no. Intento aguantar un poco más, a ver si escampa.

Pasa un camión (Mercadona).

Pasa un chico en patinete eléctrico.

La lluvia es cada vez más intensa y hago caso al camarero: entro en el Versalles y me siento en una mesa junto al ventanal que da a la plaza. Cual Perec en el café de la Mairie.

Distrito de Sant Martí

Plaza de Font i Sagué

Martes, 14 de septiembre de 2021

Fotógrafa: Laia Quílez Esteve (Barcelona, 1978)

Me siento en la terraza del bar La Granjeta y pido un café con leche.

La plaza debe su nombre a Norbert Font i Sagué (Barcelona, 1874-1910), geòleg, espeleòleg i escriptor, según reza una de las placas que hay en la plaza. Antes de salir de casa he consultado su biografía en internet y he descubierto que fue el introductor de la espeleología en España, así como el responsable de la instalación del mamut de piedra que hay en el parque de la Ciutadella.

La plaza tiene la particularidad de estar yuxtapuesta a la plaza del Mercat: el pavimento, de baldosa rectangular roja, se extiende uniformemente de la una a la otra; los edificios de la cara norte se suceden sin solución de continuidad y sólo el salto en la numeración de los portales (del 5 al 25) da cuenta del cambio de plaza. En la cara sur, una calle innominada (pues se trata, en realidad, del perímetro de la plaza del Mercat) marca de un modo más evidente la transición de la una a la otra. Me pregunto si en Barcelona hay más casos como este, de plazas yuxtapuestas.

[…]

Dos chicas con vestidos rojos se despiden con un fuerte abrazo en la calle del Clot.

«¿Adónde vas?», oigo que una voz femenina pregunta a mi espalda. «A trabajar», responde otra voz femenina, también a mi espalda.

«Se ha quedado calvito», dice uno de los hombres que están sentados dos mesas más allá. «Hay un antes y un después de Bruce Willis», remacha.

Pasa en bici un repartidor de Deliveroo.

Pasa una chica de pelo azul en un patinete eléctrico.

Pasa un hombre con una camiseta de fútbol de Brasil (con el número 14 a la espalda), cojeando y arrastrando un carrito de supermercado lleno de libros.

(¿Por qué sigo fijándome en lo extraordinario y obviando lo banal?).

Distrito de Nou Barris

Plaza del Virrei Amat

Lunes, 20 de diciembre de 2021

Fotógrafo: Òscar Martí Rubio (Barcelona, 1974)

A las 9:15, puntual, ha aparecido Òscar Martí. Hemos ido a desayunar a Il Café di Donatto, en la plaza Paul Claudel y me ha contado que lleva por aquí desde las ocho, tomando fotos con el móvil. También me cuenta una teoría que debe de ser muy conocida entre los amantes de la fotografía, pero que yo ignoraba: hay dos tipos de fotógrafos, los cazadores y los pescadores (si he entendido bien, los primeros van en busca de la foto, la provocan; los segundos esperan a que se produzca). Como ejemplo de fotógrafo-cazador me pone a Cartier-Bresson; como ejemplo de fotógrafo-pescador, a Robert Franck.

Según leí anoche en internet, la plaza del Virrei Amat se llamó durante la República plaza de Salvat Papasseit, en homenaje al poeta muerto en 1924. Queriendo compensar el agravio histórico, decido homenajearlo a mi modo con un caligrama:





Distrito de Sants-Montjuïc

Plaza del Sortidor 

Lunes, 9 de mayo de 2022 

Fotógrafo: Pere Rovira (Barcelona, 1978) 

¿Qué recordaré de esta plaza dentro de un día, de una semana, de un mes, de un año, de un lustro, de una década?

¿Recordaré que viniendo hacia aquí he pasado por otra plaza en la que había un cartel impreso que decía «Incluso las plazas más pequeñas, pero animadas y concurridas, ofrecen ingeniosas variantes o diversos escenarios a sus usuarios (J. Jacobs, 1961)»?

¿Recordaré que antes de venir he tomado un café en otra plaza con Bruno Montané, con quien intenté agotar la plaza de Joan Capri?

¿Recordaré que antes de venir he pasado por La Central y le he comprado a Pere Rovira Yo hago la calle, un libro de fotografía urbana de Joan Colom?

¿Recordaré la conversación que hemos tenido sobre la numeración de los portales de la plaza y sobre si el sentido de las agujas del reloj depende del punto de observación?

¿Recordaré que Pere se ha levantado de la mesa citando a un profe suyo de fotografía que decía T’ho has de mirar tot moltes vegades?

[…]

No sé si recordaré haberme sentado en la terraza del Soul Argento, al otro lado de la plaza, donde las mesas son blancas y la publicidad es de San Miguel.

No sé si recordaré que Pere Rovira llevaba una camisa de cuadros rosas y azules, una gorra caqui y una barba tipo maldon o walden o baldo, que le recortó su amigo Dani.

No sé si recordaré que el nombre real de ese corte de barba es balbo.

No sé si recordaré que en La Croquetería comimos ocho croquetas y una tapa de bravas con pimientos del padrón y un pincho moruno colgado de un curioso soporte.

No sé si recordaré a la gaviota que contemplaba la plaza majestuosamente desde el techo de la caseta del parking.

No sé si recordaré la tranquilidad de esta plaza un lunes de mayo.

No sé si recordaré que en un momento dado pensé que el día de hoy podía titularse «Los lunes al sol».

Distrito del Eixample

Plaza Urquinaona 

Jueves, 9 de junio de 2022 

Fotógrafo: Albert Caturla i Viladot (Barcelona, 1977)

En un pasaje de mi novela El anarquista que se llamaba como yo, mi homónimo Pablo Martín Sánchez se dirige en estos términos a un hombre que pide limosna:

—Perdone, abuelo —le dijo a un anciano que pedía limosna con un parche de tela negra sobre el ojo izquierdo—, ¿la plaza Urquinaona?

—Está usted en ella, jovencito —suspiró el viejo, e hizo sonar como reclamo las cuatro monedas que tenía en el fondo de media cáscara de coco.

Dicho pasaje está inspirado en una anécdota personal que me ocurrió al llegar a Barcelona a los 18 años y que en algún momento le confesé a mi amigo y maestro Pep Anton Gómez, que empezó a llamarme a partir de entonces Míster Urqui. Hoy, casi un cuarto de siglo después de esta anécdota personal y más de un siglo después del episodio ficcional narrado en la novela, me dispongo a intentar agotar la plaza textualmente, con mi buen amigo Albert intentando hacer lo propio fotográficamente.

[…]

Cierro los ojos y escucho los sonidos que me rodean: los motores de los coches y de los autobuses, los cláxones, el piar de los pájaros, el bip de un mensaje de móvil, un martillo neumático, una radial, una sirena, voces, pasos, las ruedas de una bici, un silbido, una persiana. Escucho un ruido que no distingo, una especie de tintineo acercándose, abro los ojos y descubro que lo produce el entrechocar de los tiradores de la cremallera de una mochila.

No paran de caerme encima las semillas desgajadas de los frutos de los plátanos.

La mujer (falsamente) rubia que había en mi banco ha sido sustituida por una chica (auténticamente) rubia que fuma tabaco de liar y bebe café en un vaso de cartón.

Pasa Albert por mi lado y me cuenta la constricción que se ha impuesto para hacer las fotografías: sólo pueden ser imágenes «indirectas» (reflejos, sombras). Intento hacer lo propio con mi escritura.

Distrito de Les Corts

Plaza de la Concòrdia 

Sábado, 2 de julio de 2022 

Fotógrafo: Xavier Ortells (Barcelona, 1979)

Si intentar agotar una plaza ya es tarea abocada al fracaso, intentar agotarla un sábado por la noche en plena fiesta roza lo temerario.

He llegado antes que Xavi y no esperaba encontrarme la plaza ocupada por un escenario y una barra de bar, ubicada junto a un gran cartel que reza «Plataforma Infantil y Juvenil de Les Corts».

En el escenario, una mujer pelirroja con un micro en la mano imparte una «clase abierta de rock & roll», según anuncia a los cuatro vientos, usando como sparring a un tipo barbudo y con camisa hawaiana.

Creo reconocer una canción de Elvis Presley, pero el Shazam me dice que se trata de Rock Around The Clock, de Bill Haley & His Comets.

[…]

Los diablos ocupan el centro de la plaza y empieza el festival de fuegos, petardos y tambores. Se pierden por la calle del Remei y el centro de la plaza vuelve a quedar vacío.

Me siento en un banco que queda justo enfrente de la iglesia, al otro lado de la plaza, debajo de la farola de la canasta de baloncesto, ahora ya encendida: la luz que arrojan las tres bombillas es cálida y acogedora.

[…]

El reloj de la iglesia marca las 22:35.

Al otro lado de la plaza se sitúan los diablos. La tensión se palpa en el ambiente, como si estuviese a punto de desencadenarse una batalla. «¡Parampampá, parampampá!», grita la cap de colla y empieza la batucada. El banco tiembla, la libreta tiembla, los pies me tiemblan, noto el compás dentro de mi cuerpo, se acercan los diablos con su fuego, los tamborileros retroceden y me acorralan, subo los pies al banco para que no me pisen, recojo las mochilas, la mía y la de Xavi, no dejo de escribir, huele a pólvora, las mazas pasan rozándome, noto el olor de los cuerpos, sobre todo no parar de escribir, un tamborilero me mira y me sonríe, empiezan a alejarse, el peligro ha pasado, vuelvo a bajar los pies del banco, aparece Xavi, me hace una foto, se acerca por detrás al grupo de tamborileros, les hace varias fotos, acaba la batucada, el público aplaude, me libero y grito: «¡¡Uuaaaahhh!!».

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