a Shradha Shah
           
        La ciencia reduce el olor a cinco elementos: 
        carbón, hidrógeno, azufre, oxígeno,
        nitrógeno. Sin embargo las heces
        humanas, al menos su componente aromático 
        es químicamente cercano al del jazmín. 
        Ambos comparten la misma raíz, 
        la comparten con el pasto recién cortado, 
        con la lluvia que despierta a las lombrices, 
        y el olor del barro donde crece el hinojo,
        con la corteza blanda de árboles podridos, 
        con un floripondio lánguido, la magnolia de agosto.
        Esto es evidente para la nariz de un perro, 
        pero para un niño que mira desde su ventana 
        al pájaro que caza gusanos, 
        el niño que siente un tordo en la lengua, 
        que escucha una detonación y ve a los vecinos
        desplomarse en la vereda y luego siente olor 
        a geranios, al residuo de la cortadora de pasto, 
        claro, ese niño no sabe 
        que así huelen los gases nervoactivos, 
      que las bombas químicas emulan jardines.