Licenciatura en Letras Hispánicas
I. Poema a una muerte
Llega la angustia mal cogida
la desesperación en escabeche
la nieve en pleno verano
la rabia a la naranja.
Y ¡oh!
la única solución, tú
que no llegas, que estás.
¡Chingona!
Tú que te mamas la vida.
Muerte alcohólica.
Tú con tus caricias de albaricoque.
Muerte en almíbar.
Tú que con besos de guadaña
nublas de vacío el cuerpo
y das reposo al fatigado
otorgándole la disolución del yo jocoquesco.
Tú que con tu delirio de paz
no de existencia, tú
que no llegas, que estás.
¡Chingona!
Tú que te piensas el único fin
de todo medio.
Quedas advertida este día.
Te aviso, muerte apestada,
conmigo, telas de arañar.
II. Ítaca de mi carne
Olas tenebras, fragancia azul para las horas de vigilia.
Dos globos, retina oscura, plumas de cuervo refulgentes.
Ítaca de mi carne.
Refugio de las entrañas en las entrañas de alguien más.
Corre por tus venas rasgadas
un riachuelo de miel,
fragancia densa,
y lluvia.
Sirena de rojo canto y mariposas carmesí.
Se muere en silencio mi corazón, podrido.
Un par de higos dulces.
El roce de unos dientes.
Un temblor.
Qué forma de morir:
beber la ambrosía,
probar el kikeon.
El néctar de tu flor de loto.
Y recargando apenas los labios
por torneadas columnas,
bajo.
Y al final, vuelves como siempre:
Como agua y viento
Como fuego y tierra.
Ítaca de mi carne.
Olas tenebras, fragancia azul para las horas de vigilia.
Dos globos, retina oscura, plumas de cuervo refulgentes.
Ítaca de mi carne.
Refugio de las entrañas en las entrañas de alguien más.
Corre por tus venas rasgadas
un riachuelo de miel,
fragancia densa,
y lluvia.
Sirena de rojo canto y mariposas carmesí.
Se muere en silencio mi corazón, podrido.
Un par de higos dulces.
El roce de unos dientes.
Un temblor.
Qué forma de morir:
beber la ambrosía,
probar el kikeon.
El néctar de tu flor de loto.
Y recargando apenas los labios
por torneadas columnas,
bajo.
Y al final, vuelves como siempre:
Como agua y viento
Como fuego y tierra.
Ítaca de mi carne.