Preparatoria 12
Todo era de color naranja: las casas, los edificios, los automóviles, el pavimento y hasta las personas. Tal vez era por la agonía que sentía. Mi boca estaba seca. Necesitaba agua.
Soñé que corría, huía de un tiburón anaranjado y veloz que flotaba en el aire. Yo podía saltar sobre los carros, dando grandes zancadas. Así estuve durante largo tiempo hasta que me detuve. Quería respirar, quería un vaso de agua, quería dormir. El tiburón me miró un rato, su mandíbula parecía cerrada. Al levantarme, éste se desinfló como si fuera un globo. Su piel naranja cayó al suelo y yo me acerqué: todo era ya una mancha negra. En un arranque de rabia, intenté pisarlo, pero caí: la mancha era en realidad un hoyo. Permanecí dormida, cayendo en un interminable abismo y, cuando desperté, estaba en una fiesta de la época colonial. Yo traía puesto un vestido ampón. Todo seguía siendo naranja, pero ahora con contrastes negros.
Podía verme a mí misma pidiendo un vaso de agua, pero nadie me hacía caso. Sabía que moriría, la sed me mataba. Mis labios se partían y mi visión se volvía borrosa. Entonces caí al suelo y me golpeé la cabeza: fue el fin de mi vida.