Solo integral

Miguel Ángel Curiel

Korbach Valdeck, Alemania, 1966. Su libro más reciente es El viajero de las edades (Varasek Ediciones, 2024).

Pero es peligroso caminar por donde todos caminan, sobre todo llevando este peso que yo llevo

Juan Rulfo

Dios, constructor de este mundo, estableció su palabra, la admirable estructura de la naturaleza y de todas las cosas que comprendía, por el
abrazo del cielo llamamos mundo

Benito Arias Montano

Ya no hay referencias, la hiedra me asombra, es capaz ella misma, tú no podrías, pero esta pequeña lumbre, o chosca azul,  donde yo mismo me quemo.

Entró en su boca nadando la sombra. Se comen el uno al otro, ella escupe los restos de dios y siega el aire. Salen perros del corazón y muerden los cielos.

Se le reza de noche, el aire molesta. Más allá de Farraguera el lugar de Marión, Herruza y Malgarria, después crucé el viejo horizonte, y al entrar me salí del poema,

eso era el poema.

Polvo en la boca.

Os doy drogas y luces, la muerte son flores, cómelas, come flores y bebe en el aire al dios del silencio. Las drogas, los caminos y el sol, bate el territorio para encontrarse, lo bate para ser más, vuelve al mismo lugar con hambre, en la batida se persigue a sí mismo, y se esconde ahí, en su madre.

(Rezos)
CEPOS

Bocas
¿Klotz?

y quien abre los cepos
deja señales
y vuelve,

y quien escribe el poema
deja señales y no
vuelve,

estará allí
abriendo los cepos.
EL PALACIO OSCURO

No desaparece el sol, ronqueos de sierras negras, Tozo, Magasca, Abertura, Albarrega, Gévora, Bravales, Sillo y Múrtiga, heridas cosidas con aire, voces negras en la noche, ríos de saliva, linares abiertos, la sangre negra del agua cabe en los nombres del cielo, lluvias con forma de mujer, y otras cien heridas solares, el aire arrastra las sombras. Lleno de piedras y alacranes el lugar de Aranhas, tímpano negro, sol de humo azul, el yo partido en dos, la muerte en cinta, ojerosa se sale del cielo, a la vara le salen ramas, del poema negatividad solar, ni siquiera la hogaza es pan, se soltó y ya no podía bendecir el lugar de Mazarronal, lo que brota y rebrota no sería lo mismo, y no lo es, como almas de una misma cosa endilgándose retoños. Ahora la gran lluvia, los días seguidos de la gran lluvia —que no te cansen las noches de la g. ll., y no te apaguen— y tras dar el viático ¿no era lo indestructible? ahora tardo dos días, hay dos noches entre tanto, con ramas secas se hace el cuerpo del cordero y la lluvia es la lana, el amarillo perro o celeste, la tierra de carne de membrillo, quedan así, sobre el aire mis pasos negros, eso dicen ellos, y los muertos lijan los huesos del chopo, el aire huele a la boca de dios, los cuerpos viejos a muchos días de lluvia, un olor a sol, un matrimonio a cuatro, y allí abajo el llano en llamas. La muerte como fruto de álamo, no pesa el sol, huesos de chopo en el camino de arena, con tanto aire la luz es negra. Hierba en las manos, le pido al aire que se lleve la visión lejos y se queme en la boca el cielo. Ya no miro el cielo, bajo los pies el camino negro, pero veo más abajo lo que hay por culpa el cielo. En ese pinar me perdí, aún sigue ahí el pinar perdido en el claustro del cielo, y yo vuelvo al pinar por donde siempre.
VIEJOS PERROS

Hablan de viejos perros muertos —no puedo copiar lo que dicen— sólo de perros, uno de ellos lo vio, nadan en el mar cientos de perros en torno a una boya gigante, se ahogaban, hablan esos perros, como nosotros, el mar les escupe a la playa. Un lugar vacío apenas tiene nombres, las grandes ruedas de la voz, el aire peinado de viento negro, pelado de hierba el tiempo, en el sentido crónico del camino del rey ¿llegarás a Nisa y al lugar de Los Noques de Piedras blancas? Vas a abrir cielos, al más alto lo llamas el Cielo de Tierras viejas, pasa tras el aire un camino cegado por ortigas negras, el vado de los Héroes, los días muertos de octubre, más allá del cielo de la Silga no creo que haya más azul o lugar. Un poco de aire rozando el agua ¿somos eso? es una boca de aire, el rumor eléctrico de las raíces se aboca, el cielo se arroba lleno de sí mismo, mi mujer sin boca ni ojos en el allí, en el alto de Rielos y del Cerro de las Ánimas el aliento va a la mano, negra la flor del sol, hacia Bazagona la niebla del gris de Nolde, arranca el sol pálidos tuertos para un ojo eterno.
HIC LOCUS

Elásticas palabras para la muerte, se estiran y han de romperse, soportar la tensión de la luz y la fuerza de la nada entre dos soles que se alejan, bajo la lluvia negra una codorniz guía a otros pájaros o huye hacia el mar. ¿Queríais abstracción? en estas piedras la hay, en las palabras nunca, sólo si se rompieran, lo que ya no hay es agua, los pozos muertos llenos de piedras, la x y la y ¿por? la nada, de la contracción de Kông y de Naschi sale un acebuche, parientes lejanos, las muertes les acercan, la mayoría de las cosas que se oyen sobran —oigo en el aire la luz— nosotros es el nos en los otros, siempre los otros caen como piñas, ellos lo trascienden, son más, al hacer la red del cielo no la tejen, la desmienten, el lenguaje rebusca en el azul, todo se secó, yo, tú, ellos, aquí no existe el nosotros, de quien lea el poema depende, el lugar es el mismo, pero ahí está la dehesa, es lo único, yo sería una dehesa de mí, el cielo la manta y el mar, la dehesa apesta a mundo, pesa la manta y el cielo, de noche se frotan, el aire borra este mundo.

*

Habito la posibilidad

Emily Dickinson

Pasos hacia atrás en la arena, el poema seco que oí es mío, sigue secándose, rugoso como el tronco del fresno. La madera quemada es el testimonio. La sombra del danzante en la pared.

Me aventuré con estas imágenes. El sol lo quema todo. No sé porque me río o me llama la muerte. Tengo que menudear con todo, con el silencio. Salinas que he amontonado. El pájaro hace la raya en el cielo. Cuanto se parece nadar a volar. Nadar es volar.

Linde de chopos, no los va a cortar nadie, no va a cambiar demasiado en cien años el lugar, ni el cielo. En tu cuadro, en tu paisaje, puedes quitar cosas, dejarlo más oscuro, los dos soles de la muerte en la noche a campo abierto —creo que soy así— y quien entre en mí que lo haga así, sin mí; tres o cuatro personas pasan al día, de ellos sólo vuelve uno.

El cuadro tiene un pez, un espejo, un ojo que me mira. ¿Seré yo el que se come el sol de la muerte? Las flechas no me rozan con el hueso del sol. Esta luz me da miedo, en el fondo de la sima el esqueleto de un delfín. La basura allí arrojada.

Purgo comiendo palabras, sus huesecillos son como la palabra yo-tú, tan huesuda y limpia.

*
Sale agua, no sé de donde sale. Hematoma azul, pequeño cielo. Ahora soy un ciego que se quita las espinas, y se las quita a otros, y a otros, la fila llega hasta…

*
Cieno endurecido, la floración continua y el poema se corta como la leche. 

Comparte este texto: