Preparatoria Regional de Tala, 2014 B
Me dirigía a la parada del camión como todos los martes y jueves a las 8:30 am. Cruzó de la acera de enfrente un joven que se cubría la cara con la capucha de su chaqueta, un cubre bocas y unos lentes oscuros. Por suerte obtuve un lugar junto a la ventanilla, pues pude notar que el joven observaba detenidamente el camión.
Durante las siguientes tres semanas, aquel joven realizó la misma acción, pero el pasado jueves subió al mismo autobús que yo y bajó en la misma parada. Fue extraño, mas no le tomé importancia.
No sé qué pasó, pero me di cuenta que no estaba entrando a mi oficina, sino a una escuela primaria sin alumnos ni maestros. Observé mi reloj, era muy tarde.
Al dar la vuelta, estaba el joven encapuchado parado en la puerta. Se acercó a mí, se quitó la capucha y el cubre bocas. No parecía humano, sino un monstruo. Antes que se quitara los lentes tomé un vidrio roto y le atravesé el cuello. Cuando quedó tendido en el piso con la cara descubierta me di cuenta que solo era feo, muy feo.