[Sin título] / Fátima Flores Mendoza

Estudiante de Letras Hispánicas (UdeG)

Un hueco líquido en la mancha ortográfica,
el  rincón caliente, escalones bizcos,
fin del encierro, lágrima amrilla.

Sale de su escondite (cuerpo apestoso y cerrado),
rompe el espacio, abre los muros,
agua cae al agua, balsa cae al agua,
agua en remolino al fondo del abismo.

Un cilindro  blanco, incompleto, higiénico,
vueltas y vueltas de piel blanca, cicatrices de mariposa,
esqueleto oscuro relleno de aire.

Hay que despellejarlo,  hay que arrancar rectángulos de piel,
no sangra, no le duele, sobrevive.

Y entra en la natural puñalada
de montes pomposos
y limpia el espacio,
suda, se moja, se ensucia… se va.

Y al final resuena el eco de una frase hecha:
“Lavarse  las manos antes de comer y después de ir al baño”.

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