Preparatoria 13, 2014 B
Des-provisión circunstancial y desproporción de textos que se desacomodan debido a fuerzas cósmicas inevitables y místicas provenientes de nuestro Señor, nuestro Dios. Entonces, los vietnamitas no crecen debajo de sus ropas y las mujeres tienen senos tan grandes como melones bajo esos mantos negros que sólo dejan ver sus ojos cafés, que lloran ríos y mares que se convierten en arena árida e infértil, que alzan la vista y buscan a Sirio. Comienzan por cambiar sus sollozos a llanto descomunalmente estruendoso y comienzan a maldecir en latín, lengua que jamás han hablado y les es bidimensional a su dialecto; es el habla de los dioses, dicen algunos, y los otros siguen expulsando por los ojos torrenciales de agua salda y saturada aun más de sodio que de H2O.
Volvemos a las mismas, me digo para mí, a la situación igualitaria y rutinaria de cada bendita hora en donde no es posible blasfemar, y escucho por la boca, tragándome todo lo que por mi mente circula y quiero pero no puedo expresar. Cantamos entonces 127 canciones románticas y vemos desde la infinita bóveda celestial a todas las parejas, las envidiamos y les escupimos; ellos piensan que llueve, pero no es así. La costumbre de llamarnos los domingos por las tardes, de vernos cada tres semanas y sentarnos bajo el mismo árbol. Comienzo a decodificar mi vida y me grito ‘’aroma a muda’’. Aprendo a hablar en latín y me creo mi propio Dios, viajo a la galaxia descomunal en donde me rodeas tu con tus anchos brazos, entonces siento que de manera distante tu cuerpo cálido me posee y vivimos juntos porque soy Dios dentro de mis monólogos, me digo, y los escribo para después leerlos y sellar mi locura dentro de la Times New Roman en número once, y me digo no me voy a volver loca con la soledad. No mirare a la ventana imaginando como mi cuerpo de mil toneladas cae por ella, haciendo un ruido que se escucha por toda la tierra y en dónde, en dónde a nadie le asusta que una ballena más esté muerta.
Me paro ahora frente al espejo tratando de recordar todo aquello que me iba a decir hace no más de media hora, cuando tuve que salir y dejar de escribir. ¿Me excedí de memoria? Me faltaron palabras, las fuerzas interestelares de poderes desconocidos me llaman y les digo: “no es tiempo queridas, aun no me muero y no me puedo suicidar, aun tengo un trillón de libros que hacer, y poemas, y prosas, y escritos sin nombre y bizarros, (uso magníficamente daliano de la ‘’y’’)”. Volvemos entonces, porque mamá, quieras o no quieras, voy a ser escritora, voy a vivir mil años y veré morir a toda mi generación, a los hijos que jamás tuve, porque el útero se me pudrió escribiendo tantas veces que no deseaba ser mujer, porque en realidad hace cincuenta años fui hombre y me seguía llamando Dalí, y amo por qué no me aman y no soy feliz, porque quiero ser todo, soy plenitud en sentimiento. Antes pintaba cuadros surrealistas y hoy ya no tengo acuarelas; me dedico a escribir y a hablar yo sola, pero sigo cuerda y soy una genio sin ser egocéntrica, porque los genios no somos egocéntricos sino simplemente dalianos.