Ser de la naturaleza / Federico Jiménez

Guadalajara, Jalisco

Si tú te mueves, caen las flores:
Eres tú mismo el que te esparces…

Alegraos con las flores que embriagan,
las que están en nuestras manos…
Nezahualcóyotl

Soy el coyote hambriento y en mí se enraíza la palabra,
yo canto al alba color de sangre y a la noche de nupcias en mi Tierra;
a los pechos maternos les disparo versos y recojo bengalas de los campos,
mi madre es el agua del río y mi padre es el viento pulverizado del monte,
mis manos son luciérnagas en la memoria del bosque:
danzan la canción de mis ancestros y se dibujan el destino como propio.

Soy piedra en la tierra de la serpiente y mago en el pensamiento del armadillo,
mi pecho es una raíz más del árbol, mi sangre es la sangre que alimenta sus frutos;
en mí, las noches son fertilidad de madrugada, calor de luna montada en la ira del jinete;
tierra soy y la tierra volverá a mí como una lámpara cayendo en el pozo de la hondura,
soy la madriguera de mi esposa serpiente-águila-tortuga-leopardo;
de noche, mi mujer es de maíz y tiempo, alimento de dioses es mi mujer multicolor.       

En mis ojos se refleja la luz de mis hermanos animales,
en mi boca hay un sabor añejado de papagayos y cempasúchil,
mis tímpanos saben oír la música de la mañana cantora y el llanto de los niños amamantados,
mi lengua entona sonidos y palabras que se escuchan al otro lado del lago,
soy una piedra rodando y un arco iris de tacto y espuma, soy sal y silencio:
el jaguar canta mi nombre y las piedras quedan inmóviles al oír mis pasos.

Hermano Árbol, ¿por qué no sales de tu tallo y me dices al oído tu canción memorable?
Hermano Río, ¿por qué sigues soñando con ser cielo montado sobre las estrellas
y no te catapultas en mis sueños de raíz líquida?
¿Por qué no penetras en mi pensamiento de mar y nos ahogamos como olas?
Hermano Aire, ¡sal de mis pulmones, te digo, sal!
Déjame penetrar ahora tu esencia de palabra etérea, de susurro exiliado, de hambre insatisfecha.

Hermana Tierra, ¿dónde te escondes el veneno, los cuerpos mutilados, la siembra mal tenida?
¿Cuánta sangre has absorbido desde tu primera aparición de centella?
Hermana Agua, ¿dónde siembro en ti mi lunar, mi laberinto, mi sequedad desierta?
¡Camina sobre mí para serte mar y desvestirte en la deriva de mi presente!
Hermana Luz, ¿cuántos ojos has visto apagarse sin haberte visto?
¿Han de volver a verte los ciegos, los mancos de vista; los, como yo, presos de ti?

Soy fuego de la cascada eterna, del movimiento perpetuo de un dios que sueña:
ave luz, lúcido hombre de aire; llevo en el pensamiento la inmensidad de las cosas simples:
el gorgoteo del cielo, el albor del mar, la risa de las gaviotas y los encinos.
No pienso el mar pues el mar ya me piensa como una gota de sal más,
pero te canto a ti, mujer guacamaya, canto de mí mismo.
Esto es verdadero, soy raíz que brota de mis ojos.

 

 

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