La ciudad nos recibe de espalda
como lo haría un padre con su hijo
desbordado por la locura
y en total oscuridad
Nos recibe como un ciego que no confunde
el grueso y pesado sonido
de un astro que cae
con el brusco amanecer
que a sus ojos imponen
las tinieblas
Nos acercamos sigilosos
para no despertarlos
a la ciudad y al perro que la acompaña
restregándole un sudor tibio
y un gesto hermanable
Aunque mis huellas quedan en cada una de sus heridas
en los calabozos y en las casas deshabitadas
donde me echo a dormir o robo las que serán
mis pertenencias
Mis huellas mis falsas huellas repartidas
en los expendios de vino y en los bodegones
donde hombres se juntan a violar a una mujer
Recorro tu casco viejo y aquel cerro que flota
por encima del smog y de las nubes
Escucho el río al que me lancé 10 veces
y 10 veces salí dando arcadas
con un sabor a podrido
en la boca
Y veo a mi madre esperando que alguien
reconozca al vástago que lleva en el vientre
y eso me tortura
No tener un padre a quien abofetear
cuando se presenta ebrio
o un hermano rojo
atado a las máquinas
tragamonedas
Más allá de los edificios la ciudad se nubla
y hay un niño vagando entre camiones de asfalto
y aplanadoras
Iré pronto ya verás
la caída de un lucero sobre la capital de Chile
Santiago de Chile que nos atraviesa
como la más temible carretera