Ruinas / Corinna Ramírez

Sus hermosas mejillas, tan llenas y frescas de niñez, resbalaban por el reposabrazos del sillón rojo; el hilo de las horas y los mundos se perdía en sus pensamientos.
Sus ojos verdes quedaban ocultos por la quietud de sus sueños, y sus largos cabellos se confundían con las llamas que la separaban con placer del exterior. Su rostro pálido y melancólico parecía haber alcanzado la ansiada paz, pero todo era momentáneo.
     Se hallaba en el sillón de la pequeña alcoba, en un distrito de la ciudad de Varsovia; ella no era más que una ínfima parte de esa calidez. Su rostro, lleno de cariño, regresaba al mundo al ritmo del péndulo, tic-tac, tic-tac, boom-boom.
     Un avión se alejaba de la ciudad.

 

 

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