Rubor de dos cuerpos / Jennifer Gabriela Cruz Ulloa

Preparatoria 7 / 2012 A

Y se consumó el sentimiento que ardía en aquellos dos seres; temerosos y ansiosos fusionaron sus esencias, ruborizados ante la presencia del acto que descubría las pasiones, el goce de viajar por el lienzo desnudo que cubría al ser amado, acompañado del dulce juego de las manos.
     Ilusión y traición que se han vivido en el pasado; pero el momento es único, el instante irrepetible y con la poca lucidez que por largos ratos el placer les arrebataba, involuntariamente tomaron la decisión “correcta” para encarcelar los pensamientos.
      Lidiar con la honesta hipocresía que se llevaba a cabo no era sencillo, pero se le restó toda la importancia. El quedar casi sin aliento, exhalar olvidando que también se debe  inhalar, esto hacía que valiera la pena; sólo preocuparse por disfrutar la fascinación, y encontrar la manera exacta para seguir aumentando la excitación… si es que esto podía ser posible.
     Los besos cada segundo eran más intensos, sus lenguas ya no danzaban en sus bocas, jugaban alrededor de cada centímetro de su piel, bajando primero por su cuello, analizando con ternura y precaución, siguiendo recíprocos por el pecho de cada uno, bajando y merodeando por las cercanías del ombligo, seguir bajando y sólo rozar suavemente, para continuar el recorrido a las piernas, para subir al lugar pendiente y de esta manera terminar de analizar todo su esplendor.
      Iba caminando la coherencia por  toda la habitación,  cansada de ser ignorada y contemplando aquel homenaje a la insensatez.
     El calor culminó al sentir cómo sutilmente él se introducía en ella, elevando exageradamente el éxtasis de la situación mientras las  alargadas uñas  de ella comenzaban a rasguñar la espalda de su amado.
      Era una verdadera obra de arte, que terminó con dos cuerpos sudorosos, cansados y plenos.

 

 

 

Comparte este texto: