El rizoma es desterritorialización y antigenealogía, como explican en su célebre libro Gilles Deleuze y Félix Guattari. Cualquier otro punto del rizoma puede estar conectado con otro cualquiera y debe estarlo. Cualquier tipo de ordenación temporal o espacial carece de relevancia en el rizoma.
No pocas veces el mundo de la botánica nos maravilla por sus exuberantes fenómenos. Las flores, con sus astucias y combinaciones, escenifican una seductora dramática generadora de símiles y metáforas de a veces insospechada complejidad. Sólo el orden de la flora ha provisto a Deleuze y Guattari de la concentración semiótica necesaria para exponer su célebre teoría desde la que incitan a ver y a ejercer una cultura del tubérculo frente al despotismo de la arborescencia. «Sabiduría de las plantas», dicen, «a pesar de que tienen raíces forman siempre rizoma en el exterior con alguna cosa —con el viento, con un animal, con el hombre». Para ir haciendo rizoma, quiero conectar esa sabiduría con La inteligencia de las flores (1907), de Maurice Maeterlinck.
El poeta belga ve en el mundo vegetal, en apariencia obediente, resignado a la inmovilidad y a la oscuridad de la raíz, secretas conspiraciones de una obstinada rebelión contra el destino. Está convencido de que en las flores «se concentra el esfuerzo de la vida vegetal hacia la luz y hacia el espíritu». Desde sus observaciones escribe su asombro por las más cautivadoras estrategias botánicas de reproducción: colores y aromas que atraen insectos y pájaros diseminadores de polen; o las hipnóticas semillas anemócoras.
De entre todas las flores, la reproducción de la vallisneria resulta especialmente conmovedora. La hembra, que ha emergido desde su vida en el fondo del estanque, no es capaz de alcanzar al macho que se encuentra en algún tronco cercano. Ambos desean consumar la unión entre los estambres y el pistilo. Pese a todos sus esfuerzos, el macho de vallisneria no consigue tampoco alcanzar a la hembra y es entonces que, al enfrentar esta imposibilidad, literalmente rompe el lazo que le une a la existencia, se arranca de su pedúnculo y «herido de muerte, pero radiante y libre, flota un momento al lado de su indolente prometida» para luego cumplir con la anhelada unión. Maeterlinck ve en el sacrificio de la vallisneria una incontrovertible «inteligencia de las causas finales».
Georges Bataille se lanza contra esta apariencia de trascendencia «tanto si se trata de la planta como del animal, el lujo de las flores o el apareamiento puede no ser lo que parece. Se da una apariencia de finalidad», pues «en el momento mismo en que se prodiga sin limitación, la vida se da una finalidad aparentemente contraria a esas pérdidas que asume con tanta fiebre». Frente a la pérdida última, la de la propia vida, ningún despilfarro de la sustancia del yo parece estar provisto de sentido. ¿Bajo qué circunstancias el desgaste de esta sustancia resulta efectiva multiplicación? «Lo que gana al final es la pérdida», continúa Bataille, «la reproducción no multiplica la vida más que en vano, la multiplica para ofrecerla a la muerte, cuyos estragos son lo único que se acrecienta cuando la vida intenta ciegamente expandirse». Todo intento expansivo del yo está anticipadamente desterrado del apacible silencio verde de los campos.
Mi abuelo murió. En algún momento ese negro amontonamiento de células cruzó la delgada separación entre el estómago y el pulmón. Minerva Margarita Villarreal rompió el lazo que la unía a la existencia, no pudo contener más la llama y su herida luminosa se dilató hasta el catasterismo. A ella dedico esta columna y a él ésta y todas las entregas por venir de «Rizomante». Peter Schjeldahl, controvertido crítico de arte de la revista The New Yorker, está muriendo, también de cáncer. En una íntima pieza cuyo título hace rizoma con los versos de One Art, de Elizabeth Bishop, cuenta sobre sus inicios en The Art News: «When I started writing criticism, in 1965, in almost pristine ignorance, I discovered that I was the world’s leading expert in one thing: my experience». Con él lo entendí. Y desde aquí, desde lo que leo en el libro de la experiencia y en este tiempo desde la pérdida, escribo.