Requiescant in pace / Carlos Contreras

FINALISTA
Categoría Luvina Joven / Cuento

Requiescant in pace
Carlos Iván Contreras Ruiz
Preparatoria de Tonalá

«Mírala, otra vez como de costumbre se tiró a la cama casi con la energía agotada por completo. Cansada de todo, de la vida, del intento de reconciliación con sus ex parejas, cansada del trabajo, del miedo a la soledad, creo que está cansada hasta de mí» Me digo a mí mismo la mayoría de las mañanas. Como ya es normal hay poca comida en el refrigerador, y la que hay ni siquiera sirve. No la despierto por la sencilla razón de que no quiero ser una carga, sé que su situación es peor que mala y es reciente pues no ha pasado mucho tiempo desde que papá se fue con su amante, dejándole en una profunda depresión.
     No le guardo rencor a mi padre ni me duele su partida, sé que estamos mejor sin él; sin esos gritos espantosos provenientes del cuarto de mi madre cuando él la encerraba en el cuarto y la obligaba a hacer “cosas”. Recuerdo sus palabras, él decía: «Abraham, no  quiero saber que estás en casa, lárgate y no vuelvas hasta que no esté yo aquí». Sin duda estoy mejor sin el miedo de que en un profundo estado de ebriedad él llegara golpeando la puerta para después golpear a mamá sin ninguna justificación, en una ocasión él llegó furioso como de costumbre, yo era demasiado pequeño para poder defender a mamá de semejante monstruo (mi padre medía 1.98 metros y de complexión robusta) así que mi mamá me obligó a esconderme bajo la cama; apenas me oculté, oí que papá tiró la puerta a patadas y enseguida aquel cinturón que torturaba a mamá. Me invadió una mezcla de llanto y odio, y salí de aquel escondite, tomé un bate y comencé a usarlo en contra de él. Aquel intento de detener a mi padre no sirvió de nada; al contrario, sólo sirvió para que se enfureciera más y nos golpeara a ambos.
     La última vez que lo vi, yo estaba con mi madre en el centro de la ciudad (ella siempre portaba lentes grandes y oscuros para disfrazar los moretones y la hinchazón que le producían los golpes) para sorpresa de los dos, él estaba jugando felizmente con una mujer; también la acompañaban 2 niños (felices también, por cierto) en ese momento me pregunté: ¿Realmente ese es mi papá? Por el físico era evidente, pero nunca lo había visto así, amenos no conmigo. Sentí un poco de lastima por aquella familia, pensé que tal vez así era con mamá antes de ser un monstruo y que probablemente así sería con ellos después de un tiempo.
     En el fondo, me hubiera gustado tener un padre como mi tío Alejandro, es el único hermano de mi madre, él nos ayuda de una manera inigualable, ya que cuando mi padre nos echó de la casa, mi tío le pidió ayuda a un amigo de él, el cual tiene un gran hotel  y nos dio permiso de vivir allí (desconozco el plazo que acordaron).
     Nos mudamos apenas hace unos meses, no fue complicado ya que teníamos muy pocas cosas. Mi madre vendió casi todo, sólo nos quedamos con lo esencial.
     En el nuevo cuarto todos los días despierto muy cansado, a veces veo a mamá dormir, de vez en cuando trae algo para comer, cuando no hay nada, Laura, la recepcionista del hotel, amablemente me ofrece un poco de su desayuno, normalmente no acepto por pena, pero siendo sincero,  a veces el hambre habla primero que yo. Salgo temprano a la escuela (que está relativamente cerca del hotel) últimamente he estado durmiendo en clase porque no puedo conciliar el sueño en las noches; no estoy tranquilo teniendo tantas dudas en mi mente: ¿Por qué mamá no quiere decirme cuál es su trabajo nocturno? ¿Por qué a veces oigo que llega haciendo sonidos de llanto? Me preocupa que ella no coma bien, tal vez por eso bajó tanto de peso últimamente o se enferma con frecuencia. En su cara puedo ver una tez casi cadavérica; es curioso, vivimos juntos pero hace más de 3 días que no la veo y desde hace un tiempo la noto distante conmigo. Ella dice que algún día voy a quedar solo en el mundo y es mejor que empecemos a “separarnos” desde ahora.
     Lo único que me alienta es Mariana, es mi mejor amiga, incluso creo que nuestra relación va más allá de lo que la sociedad clasifica como amistad. Ella me conoce mejor que nadie y aunque a veces no sabe cómo se siente estar en mi situación, trata de “ponerse en mis zapatos” para darme consejos y animarme. Me han dicho que parece que hay “algo” entre nosotros; pero a decir verdad, no creo ser lo que ella merece. Alguien tan negativo no le haría bien a una persona como ella.
     Cuando me quedo dormido en clase, ella me despierta con frases como: “levántate dormilón”  o “despierta”, hoy no fue la excepción y en cuanto desperté me dijo: -Te tengo una sorpresa– sonrió y me preguntó: -¿Tienes planes mañana en la noche?- No, mañana no voy a trabajar- dije con algo de extrañez -Quiero invitarte a un concierto de Ricardo Arjona, es mañana a las 9; ¿Quieres ir?- dijo muy emocionada ya que nos gusta mucho su  música. En ese momento llegó el profesor, por lo que únicamente pude afirmar con la cabeza. El resto del día estaba muy emocionado y nervioso, sólo me imaginaba como sería la charla con sus padres; seguramente sería algo extraño, su modelo familiar estaba a años luz de asemejarse al mío, nuestras realidades y estilo de vida no eran para nada parecidos, en realidad no sabía que era ese “algo” que nos conectaba, pero de alguna manera lo hacía bastante bien.
     El día del concierto acordamos vernos en el centro de la ciudad, así que para no ser impuntual me fui temprano; me senté en una de las bancas a esperar a ese auto blanco. De pronto me encontraba repasando las posibles respuestas a todas las  preguntas que pudieran hacerme sus padres, algo que fue inútil porque cuando vi venir aquel auto la amnesia se hizo presente, enseguida saludé con mucho nerviosismo a la pareja y a Mariana, subí al auto e inmediatamente sus padres empezaron a interrogarme sutilmente.-Tengo entendido que eres el mejor amigo de Mariana -dijo la madre con un tono alegre y humilde -Sí, a propósito, gracias por la invitación- dije en un tono muy nervioso, el interrogatorio continuó hasta llegar al momento más esperado: -Cuéntame algo de tus padres -dijo el padre de Mariana, en ese momento no supe que decir; si decía la verdad no sé cómo lo tomarían, pero si mentía sabía lo que pensaría Mariana de mí ya que ella sabía la verdad; así que dije lo primero que me vino a la mente: -Se llaman Carlos y Ana, vivimos en una casa cerca de la prepa- no conformes con la información, hicieron más y más preguntas; yo estaba cada vez más nervioso y sentía que cada vez había más riesgo de ser descubierto -¿En qué trabaja tu mama?- preguntó la mamá de Mariana, en ese momento me dí cuenta de lo ridículo que era que ni siquiera yo, su hijo, supiera cuál era su oficio por las noches; así que dije: -Trabaja haciendo cajas de cartón-ellos se miraron mientras yo miré a Mariana pensando en que no había sido nada convincente. Llegamos a nuestro lugar y de repente sus padres vieron a un viejo amigo en una parte lejana del recinto así que lo fueron a buscar. En un instante noté que Mariana y yo estábamos unidos, pero de una manera inexplicable, sin contacto físico y sin ningún disfraz, nos mirábamos y sonreíamos, mis ojos decían lo que no decía mi voz. En ese momento empezó nuestra canción favorita. La melodía fue el inicio de una reacción en cadena; de pronto sentí que quería decirle algo y algo dentro de mí me orillo a decirlo: -Mariana, me gustas– dije estando muy cerca de ella -No tienes que decir nada, solo quería que lo supieras-.Y así fue, ella no dijo nada en todo lo que restó del concierto. Sus padres volvieron y notaron ese ambiente tenso, pero no dijeron nada, de regreso al hotel, pude observar en una esquina una silueta de una mujer con una falda saliendo de un auto lujoso; por un momento creí que era mamá (la verdad no estaba seguro, el auto en el que me encontraba iba algo rápido) los padres de Mariana se detuvieron en la esquina del hotel, les agradecí y posteriormente nos despedimos, noté algo extraño en Mariana, se veía muy feliz y eso me pareció una muy buena señal. Todo me da vueltas. Le doy un trago largo a la botella con agua que llevo en el bolso desde que termino el concierto de Ricardo Arjona, como puedo me incorporo y empiezo a caminar hacia el hotel, ya está amaneciendo, seguramente cuando llegue a la habitación 304 ya estará el sol pegándome en la cara. Odio llegar de día a mi cama, en seguida oigo a mamá llegar al cuarto y acostarse en su cama, me puse el uniforme para ir a clase de matemáticas (era la única que tenía los sábados). En el salón no estaba Mariana «seguro cayó rendida» pensé, al terminar la clase una llamada de mi tío Alejandro me sorprendió, sólo recuerdo éstas palabras: «Carlos, Ana se encuentra muy grave y quiere verte. Ven rápido». Mientras corría hacia el hospital, confirmé lo que había estado pensando desde hace tiempo: Siempre se puede estar peor. En el hospital sólo se permitía el acceso a personas mayores de edad; eso no era un problema ya que tenía 16 años pero parecía mayor así que una mujer me dejó entrar sin sospecha alguna.
     Aquel momento marcó un antes y un después en mi vida, no podía entender cómo era que en un abrir y cerrar de ojos estaría viendo a mamá en un estado inconsciente, junto a ella había 2 sobres: uno era un expediente médico, no lo leí completo, me bastó una palabra para resumir su contenido: SIDA. Me di cuenta que era la pieza faltante de un enorme rompecabezas, la respuesta a todas mis preguntas, la razón del estado de mamá. Junto al expediente había una carta, aún recuerdo cada palabra de ella:
“Abraham, hay tanto que explicarte pero no me queda mucho tiempo. Me hubiera gustado decírtelo de frente pero puedo sentir la muerte muy cerca. Perdóname si te hice sufrir; creí que si me distanciaba de ti, en mi partida no te causaría tanto dolor, pero ahora me doy cuenta que fue un enorme error. No tienes idea de cuánto me arrepiento de no haber estado contigo.
     Alejandro se va a encargar de todo; él ya estaba consciente de la situación, así que empezamos a ahorrar cada centavo desde que me enteré de mi enfermedad. Perdón, sé que muchas veces te hicieron falta demasiadas cosas pero no quería dejarte sin nada cuando llegara este momento. Sé que te gusta estudiar, estoy segura que vas a llegar muy lejos y también sé de tu amiga; he leído las cartas que le escribes y no le entregas. Estoy orgullosa de ti Abraham, te has vuelto muy fuerte.
     Adiós, hijo, te prometo que siempre estaré contigo…”
     Apenas la termine de leer, pude oír al monitor cardiaco interpretar su última melodía, pero a diferencia de las melodías de Arjona, cuando terminó, no hubo ningún aplauso.
     Con un inmenso nudo en la garganta que me impidió pedir la asistencia del médico, preferí acercarme hasta el ahora cadáver de mamá, le di un último beso en la frente, aquella frente gélida que apenas se calentaba con el calor de mis lágrimas cayendo una a una sobre ella, ese beso tenía un sabor a nostalgia de los viejos tiempos, aquellos momentos cuando ella me consentía y con besos en la frente me hacía saber que me amaba; como este, muchos otros recuerdos invadían mi mente, cada uno era un golpe fulminante al corazón. Lo último que recuerdo es el momento en que me desplomé  junto a ella.
     Poco a poco los fantasmas de mamá se apoderan del cuarto. Conforme pasan las horas se menguan mis ganas de vivir. Mis días monótonos consisten en mirar fijamente el cráter que dejó en el colchón; después sirvo 2 platos de comida casi siempre es ensalada (era su comida favorita) uno para mí, otro para su recuerdo.
     Cada día me cuesta más levantar de la cama mi anatomía escuálida, últimamente he estado pensando en una posible salida; quiero poner fin a esto.
     Al borde del colapso me quedo sentado en el colchón, observo los diferentes tipos de cuchillos que están a sólo un par de metros de mí.
     Me gusta ducharme por la mañana, especialmente con agua fría; sin pensarlo dos veces tomo un cuchillo al azar y abro la llave de la regadera, de repente me encuentro ahí; inerte, mientras el agua me brinda un poco de relajación, cierro los ojos y un corte vertical deja inmóvil mi muñeca izquierda.
     Qué color tan hermoso… al observarlo puedo ver reflejado aquel campo repleto de amapolas que solía visitar cuando era niño; gota a gota se van formando más y más amapolas en los azulejos del baño. El tiempo  pareciera no fluir, la sensación no tiene un nombre exacto, pero se asemeja a la paz. Mi cuerpo esta frío y no sólo eso, está inmóvil.

Siento una pesadez enorme; quizá lo único que me queda es cerrar los ojos y dormir.

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