IN MEMORIAM: RAUL PADILLA LOPEZ (1954-2023)

Raúl Padilla, un hombre preclaro

Marisol Schulz Manaut

(Ciudad de México, 1957). Directora general de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y de la Feria del Libro en Español y Festival Literario de Los Ángeles LéaLA.

Mucho se ha escrito y se seguirá escribiendo sobre Raúl Padilla López, fundador y presidente de la FIL Guadalajara y fundador y hacedor de muchísimos proyectos.

Desde aquel fatídico domingo de abril en que nos enteramos de su fallecimiento, poco a poco hemos tenido que asimilar la idea de su ausencia y seguiremos aquilatando el valor inconmensurable de su legado. En el curso de la vida, son pocas las personas que uno conoce cuyas decisiones y proyectos hayan cambiado para bien la vida de miles de personas. Es el caso de Raúl Padilla López, a quien tuve el privilegio de conocer durante más de tres décadas, la mitad de las cuales lo traté de manera muy directa.

En noviembre de 1987, gracias a una invitación de la entonces codirectora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Maricarmen Canales, acudí con curiosidad e interés a esa primera edición de la FIL —así se le conoció desde el principio y así la denominamos todavía—. Aunque era una feria completamente austera, casi rudimentaria, que en poco se parece a la que tenemos hoy día, mi recuerdo es haber pensado, primero, en la osadía de organizar un evento de esa magnitud en una ciudad de provincia, siendo que México es un país lamentablemente centralista, y segundo, en su magnitud, porque desde ese primer año vi que se organizaba con dedicación y profesionalismo, con el respaldo de toda la comunidad de la Universidad de Guadalajara, y eso le imprimía un halo muy particular.

La Feria fue concebida para realizarse el fin de semana siguiente al Día de Acción de Gracias, que se celebra en Estados Unidos a finales de noviembre, pues para muchos profesionales del libro resultaba más conveniente viajar en esos días, y la importancia y el crecimiento de ese mercado —el del libro en español en la unión americana— fueron vislumbrados por Raúl Padilla, quien también observó el valor de cada uno de los proyectos que se fueron sumando año con año en la que pronto se convertiría en la feria del libro más importante en idioma español y la segunda del mundo en importancia por el monto de negocio. En sus casi cuatro décadas de existencia, la FIL ha tenido diferentes directoras (sí, siempre mujeres), pero detrás y por encima de todo siempre estuvo la guía y el trabajo directo de su presidente, Raúl Padilla, quien llevó a buen rumbo los destinos de este magno evento.

Desde su primera edición, fue una feria mixta; es decir, se dirigía por un lado al mundo de los profesionales del libro —un gran trade show, como se diría en inglés—, pero fundamentalmente al gran público de Guadalajara y sitios aledaños al estado de Jalisco, en el Occidente de México, con una vocación muy clara, la de formar lectores y promover la lectura, que nunca ha dejado de ser una labor tan urgente como quijotesca. También se convirtió, muy pronto, en el espacio libre y plural que es hasta la fecha para el debate de las ideas, de todos los puntos de vista, capaz de congregar voluntades y esfuerzos alrededor de la cultura y los libros.

Como señalé en el homenaje de cuerpo presente que la Universidad de Guadalajara le ofreció el pasado 4 de abril, entre todas aquellas mesas y mamparas tambaleantes, en medio de la locura que representaba iniciar una feria del libro en un país y en una ciudad como eran México y Guadalajara a finales de los años ochenta, y en un entorno económico muy incierto, había alguien que tenía claros los alcances que tendría la FIL. Esa persona era, en efecto, Raúl Padilla López, quien años más tarde se convirtió en mi jefe cuando me llamó a dirigir otro proyecto pionero, la Feria del Libro en Español de Los Ángeles, conocida como LéaLA. Era agosto de 2010 cuando me preguntó sobre la pertinencia de organizar un evento de esas características en el sur de California. Yo le aseveré que era completamente necesario realizarlo y, además, que él lo encabezara. «No estoy acostumbrado al fracaso, los proyectos que inicio deben triunfar», me respondió, y en sus palabras sólo había convicción sin ningún atisbo de soberbia.

Aquella frase retumbó siempre en mi cabeza desde que acepté el reto, y ha seguido resonando desde entonces, porque creo que define en mucho la personalidad de Raúl: inició —y lo escribo sin exagerar— decenas, quizás cientos de proyectos, la mayoría dedicados a la promoción cultural. Todos continúan exitosamente y han puesto los nombres de Guadalajara, de Jalisco y de México en la palestra internacional. Por sus obras, afirma la paremia, los conoceréis.

En cuanto a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, quizás su proyecto consentido y más ambicioso, a casi 37 años de su fundación se ha consolidado, sin duda alguna, como una institución cultural de largo alcance, con grandes reconocimientos internacionales, como el que recibió en 2020, el Premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades. En aquella ocasión, el jurado señaló que otorgaba el Premio ex aequo «a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y al Hay Festival of Literature & Arts, por representar los más importantes puntos de encuentro del libro, los escritores, los lectores y la cultura en el mundo». Y agregó: «La Feria Internacional [del Libro] de Guadalajara, impulsada en 1987 por la universidad de esa ciudad mexicana, se ha convertido en un fenómeno literario universal. Con una enorme resonancia popular y una participación masiva, constituye un gran foco de proyección de la lengua española».

Ése es el nivel de triunfo de los proyectos que ideó y puso en marcha Raúl Padilla López, a quien todos consideramos un visionario, un líder nato.

La vida de Raúl Padilla López llegó a su fin el aciago primer domingo de abril de 2023. ¿Quién lo iba a decir? Apenas en febrero estuvimos juntos en Bélgica con la encomienda de visitar a las altas autoridades de la Unión Europea, Invitada de Honor de la FIL Guadalajara este año, en uno de los múltiples viajes que pude realizar con quien fue, sin lugar a duda, el mejor representante de la diplomacia cultural de mi país.

Raúl Padilla era un hombre preclaro: sabía el momento exacto para iniciar cada uno de los proyectos cuyo legado permanecerá para el goce de las siguientes generaciones. Con habilidad supo conjuntar voluntades para lograrlos y ponerlos en marcha. Entendió todo lo que se requería para triunfar y supo, también, cuándo poner fin a ese gran proyecto que fue su propia vida.

A nosotros nos toca honrar su memoria

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