Quise

Víctor Cabrera

Arriaga, Chiapas, 1973. Su libro más reciente es Mística del hastío (Mano Santa / Bonobos, 2017).

Quise, en esta ocasión, escribir unas líneas brillantes en las que, como ironizaba el misántropo de Transilvania, pudiese demostrar «la calidad de los adverbios y la propiedad de los adjetivos» de los versos de Luis Téllez Tejeda y, de paso, aclararme —y aclararles a mis improbables lectoras, a los hipotéticos lectores de estas líneas— el sentido de estos poemas. Pero no queda demasiado que esclarecer donde todo es de por sí diáfano y fluye en un caudal modesto, temperado, de nostalgia transparente.

Alguna vez, algunas veces, yo también quise amar y ser amado. No tuve éxito. O lo tuve sólo a medias. Y si lo tuve, también me resigné a perder. O ya no importa: tiré la toalla… Tiré la toalla y al hacerlo algo me fue revelado. No el sentido del amor ni sus recetas infalibles para vivir cien años en pareja y de todos modos morir en el intento, sino acaso algo más sencillo: su finitud y su imposibilidad, su carácter perdurable pero también falible, la conveniencia del desapego, porque, como dice una de mis canciones favoritas: «todo es temporal de todos modos».  Eso y la trascendencia de instantes aparentemente sin importancia pero que, a la larga, enlazados unos con otros, conforman un río de recuerdos en cuya corriente discurre la memoria. De esa materia finita e infinita está compuesto este librito de tonos azulados como la melancolía, esa que los esclavos negros de Estados Unidos también llamaron blues. 

Quise es, a su manera, un largo blues erigido, erguido —y aquí el vocablo parece el más adecuado— por y desde la memoria, y de modo específico, desde la nostalgia; o un soundtrack doble con cuarenta temas que juntos conforman un bildungsgedicht en que el descubrimiento del deseo y el amor «que no se nombran» se superponen como los beats en un tapiz sonoro que al final los conjunta en una melodía discretamente salvaje, violentamente tierna, que transita —necesariamente— entre la balada pop y el rock progresivo, entre Dave Brubeck y el danzón «Almendra»… y una polca norteña en medio de una pista de baile en la que señores de bigote afianzan sus pasos a los de otros señores de bigote: un ponchis ponchis lírico, calculada y voluntariamente joto. 

Quise decir homoerótico, homosexual, «no heteronormado». Buga no. No straight pero tampoco gay.

Quise decir: este librito contiene escenas de amor y de erotismo entre personas que beben cerveza y comen chicharrones y van al tianguis por su mandado y acuden a museos a ver exposiciones. Quise decir: este volumen incluye imágenes explícitas de sujetos que pretenden cultivar a otros sujetos —Pigmalión y Ganimedes visitan Bellas Artes—, de jóvenes que asisten al estadio, lo mismo a ver una escultura que un juego de futbol, de personas que hojean revistas en un Sanborns mientras esperan, como todo el mundo, a alguien; de estudiantes que visitan bibliotecas. De gente común y corriente.

Quise decir:

Este libro también contiene aberraciones: partidos de futbol de la liga MX, tostadas de pata, llamadas telefónicas (¡desde teléfonos fijos!), telenovelas, frituras ricas en glutamato monosódico. Y el grito ¡¡¡PUTO!!! —afrenta y estigma— en la tribuna de un estadio.

Quise es, así, la breve crónica de una postadolescencia signada por la curiosidad y el descubrimiento de una sexualidad y una emocionalidad diversas, el relato incontinente de una época que, desde el ahora, se observa con menos nostalgia que indulgencia: Juventud, divino tesoro, ya te vas, chau chau, no vuelvas.

En diciembre de 2023, a sus cuarenta años, mi bróder Luis Téllez Tejeda, conocido en los círculos semicultos de las redes sociales como el Pávido Návido, enfrentó el trance más difícil de su ya no tan corta vida. Quise es entonces, además, un testimonio de sobrevivencia y una reconciliación con un pasado cada vez más remoto, acaso incómodo y doloroso, pero también gozoso y entrañable. La celebración de una vida y sus circunstancias. Yo celebro, también, poder seguir compartiendo con Luis, el Pávido, la amistad, el amor, la fraternidad, la vida y la poesía de este lado del Mictlán.

Luis Téllez Tejeda «El Pávido Navido», Quise (Alacraña, 2024).

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