Preparatoria de Tonalá / 2012B
Land Ville era un pequeño pueblo ubicado cerca de un bosque. Todos sus habitantes eran agradables, se conocían y siempre se apoyaban entre sí. Un día llegó al pueblo un hombre alto, muy elegante y sumamente amable; todos lo recibieron con calidez, como solían hace con los invitados o forasteros, en especial una de las más hermosas chicas del pueblo: Rubí.
Al principio, Quira se sintió sorprendido por el recibimiento, pero no pasó mucho tiempo antes de que decidiera retirarse a su casa, que había mandado construir antes de su llegada. Su casa era muy peculiar, además de estar muy alejada del resto de las casas del pueblo, en comparación con las otras era muy grande, tenía águilas de piedra custodiando la puerta de entrada.
El señor Quira era muy serio. Casi nunca se le veía por el pueblo, pero al pasar los días y no mirar ni la sombra de Quira el pueblo entero comenzó a preocuparse; pensaron que quizá algo malo le había pasado, así que se dispusieron a investigar qué era lo que sucedía dentro de su casa. En cuanto las personas pisaron la propiedad notaron que todo estaba descuidado, en lo que pudo haber sido un jardín sólo encontraron terrones y unas cuantas plantas ajadas. Con miedo, el grupo de personas comenzó a avanzar hacia la puerta principal; cuando llegaron ahí llamaron varias veces pero nadie abrió. Uno de ellos empujó levemente la puerta y ésta se abrió; cuando entraron se dieron cuenta de que la casa estaba en las mismas condiciones que el jardín, había telarañas por todas partes y polvo sobre los muebles.
Siguieron avanzando y cuando entraron a la habitación principal encontraron al señor Quira hincado, alabando a una extraña imagen monstruosa. Al percatarse de la presencia de las personas, Quira giró hacia ellos, mostrando sus enormes colmillos; su cara, al igual que el piso, estaba manchada de sangre. Los hombres, al ver aquella horripilante situación, salieron corriendo rumbo al pueblo; tras ellos salió Quira, quería atraparlos para obligarlos a callar lo que habían visto, pero no pudo, así que siguió hasta el pueblo, donde ya lo esperaban con antorchas y las hachas más filosas.
El señor Quira se dio cuenta de que no podría con ellos y volvió a su casa. La noche siguiente salió de nuevo al pueblo y, sin hacer el más leve ruido, raptó a la señorita Rubí. Cuando las personas del pueblo se dieron cuenta de la desaparición de la mujer, tomaron sus armas y salieron en su búsqueda, sabían dónde estaba, habían visitado el lugar antes. Cuando llegaron a la casa, a una sola voz exigieron que dejara en libertad a Rubí y se marchara para siempre del pueblo. Quira, furioso, respondió que no se iría y, con Rubí en brazos, entró a su casa. No pasaron ni diez minutos cuando él, a toda prisa, salía nuevamente con ella en brazos, ya sin vida. Dijo que la había ofrecido en sacrificio y, frente a ellos, incrustó sus enormes colmillos en el cuello de Rubí.
Los pobladores intentaron huir pero Quira, con rápidos movimientos, atrapó a cada uno y los encerró en su casa, destinándolos a estar ahí hasta el fin de sus vidas. Los hombres fueron obligados a ser sus sirvientes; ellos preparaban los rituales para los sacrificios de Quira; primero cazó animales para ofrecerlos a su dios; cuando no quedó un solo animal en el bosque, las personas del pueblo comenzaron a desaparecer, hasta que no quedó una sola alma. Finalmente, ofreció en sacrificio a sus esclavos y colgó cada cuerpo alrededor de su tétrica mansión.