Vancouver, Canadá, 1976. Su libro más reciente es Zwicky (Cinosargo, 2021).
Un hombre toma un tren para visitar a su padre en un sanatorio distante. La enfermedad del padre es tan seria que cuando el hijo llega al sanatorio es informado por el doctor a cargo que su padre, en el sentido estricto, ya está muerto. Y sin embargo, el padre aún habla, come, camina, razona y, sobre todo, duerme. ¿No está muerto entonces? Lo que el sanatorio ofrece es una terapia de sueño que mantiene al paciente suspendido entre la vida y la muerte, postergando su aniquilación y dándole una pseudoexistencia dormilona, la sombra de un sueño dentro de un sueño que gravita y se descompone lentamente alrededor de la memoria.
¿Es esto una fábula que describe la vida como una estancia en un hospital donde uno nace, muere y, sobre todo, sueña de forma caótica que uno es una persona con un nombre y una historia?
El Sanatorio de la Clepsidra
El Sanatorio de la Clepsidra es una película de Jerzy Has basada en la obra de Bruno Schulz, autor polaco de ficciones visionarias donde lo mundano es la composta en que lo fantástico crece exponencialmente y construye un templo privado a partir de residuos y minucias.
La película de Has no es una adaptación lineal. Leer a Schulz no es fácil, es casi un rito hermético que deja entrar sólo a lectores dedicados. Has es uno de esos lectores que con gran esfuerzo busca traducir la prosa de Bruno —su río agitado de superconsciencia verbal— a un lenguaje donde la cámara fluye, los decorados decrépitos proyectan dudas y los actores fermentan secretos bajo la delgada superficie del rostro.
Bajo la delgada superficie del relato las maravillas se aglutinan
No hay trama en Schulz o en la adaptación de Has, pero tampoco hay trama en la vida de las personas. La trama es el chupón, la muleta, el embuste europeo que brilla y se cambia por oro. La trama es para los débiles. Es el rosario, el extintor vacío detrás del cristal. Rómpase en caso de incendio. Pero cuando llega el fuego, la trama no hace nada.
Bajo la superficie del mundo, bajo la delgada superficie de tu idea del mundo, maravillas traspasan las redes del lenguaje.
¿Para qué sirve Bruno? ¿Para qué sirve un telescopio, una linterna? La función de un artista visionario es darnos un atisbo, una fracción de oportunidad. Para salir del cubil y ser testigo de las maravillas que traspasan las torpes manos del lenguaje.
Oportunidad de ser un lector colaborativo del cosmos.
¿Qué hago con esta red, con estas manos torpes?
Debajo de las cosas otras cosas suceden.
Nunca vas a agarrarlas con esas manos de estopa.
Necesitas la ayuda de un especialista.
Si tan solo hubiera un visionario en el pueblo. Un solo visionario aunque sea. Para que las redes de piedra realicen un cambio profundo, en mis manos, para que las maravillas no escapen. Para que se aglutinen bajo la delgada membrana. La tensión liminal de una hoja, profundamente cambiada por el uso de un Schulz, un solo Schulz aunque sea.
Araña bonita, puedo verte los hilos
En Contra Natura, de Joris-Karl Huysmans, hay un hombre llamado Des Esseintes que vive en un caserón dedicado al coleccionismo de recuerdos, objetos y efectos estéticos.
Schulz vive en la misma calle que Huysmans pero más al fondo. Debajo de la casa-memoria se acumulan las maravillas, pero casi nadie sabe dónde está la trampilla o cómo llegar abajo. El mismo Des Esseintes, casero virtuoso, sólo hacía sistemas e inventarios, siendo un acumulador de artefactos, de objetos inanimados. Pero Bruno es más interesante que un simple propietario. Schulz quiere que los souvenirs se pudran y descompongan y que al ser absorbidos por el mantillo tomen vida propia. Las maravillas fluyen con vida propia bajo la casa y lo que no fluye es coleccionismo muerto.
La araña vive en la memoria, coleccionista de hilos. Bruno quiere algo más que una casa llena de insectos inventariados. Quiere un hogar cambiante, un domicilio que no sea fijo. Un universo propio, pequeño y portátil, un infinito de bolsillo.
¿Es posible acomodar su deseo en la pantalla?
No realmente. Pero Jerzy Has tiene derecho a intentarlo, y a minar sus propios hallazgos.
La pantalla es demasiado plana
No es fácil manejar abstracciones en el cine. Algunas personas trabajan duro para escapar de la literalidad de la imagen fotográfica y abrirla hacia lo ambiguo. La recta interminable que atraviesa las planicies de la imagen literal puede curvarse y salir al campo a respirar la atmósfera de la imagen poética.
La prosa de Bruno Schulz no es traducible a la pantalla. Se puede hacer diálogo con sus ideas y sus atmósferas pueden ponerse en escena, pero el genio de Schulz existe en el flujo de superconciencia poética que atraviesa su prosa. Eso no es fotografiable y Has lo sabía, así que,
¿qué hizo Jerzy para llegar a Schulz?
Subió al tren del sueño
Se dice que en el cine sólo existe lo que está dentro del cuadro. Falso eso, porque también existe lo que murmura y hace ruido detrás del cuadro; lo que espera afuera en emboscada; lo larval; lo que se intuye y se mueve entre las líneas del discurso que en el cine es el montaje. En todo caso, ese otro cine que existe en las afueras necesita que el lector esté despierto, conjeturando, dando brincos mortales, analogando, coescribiendo y dejándose escribir encima como una segunda pantalla donde la sugestión proyecta su sombra. Se dice también que el cine es el artefacto industrial que más se parece al sueño. Sugiero que el cine literal es un sueño opaco, el sueño que no sabe que es un sueño y que conduce —sobre las vías, sobre los durmientes— de una estación a otra. Pensarlo así nos permite curvar la ruta y virar hacia un abismo abierto, iluminado a medias.
¿Quién sueña que sueña mientras conduce?
El pasajero sueña, el conductor
sueña que sueña.
Y hace preguntas.
Hacer preguntas es la obligación
bajo la gorra del conductor.
¿Quién sueña que sueña mientras la luz del mundo se apaga?
Quería saber
cómo se llega al sanatorio.
El conductor de ojos muertos dijo que
no necesitaba ayuda,
que sabría llegar por mi cuenta.
Pero quería saber
dónde bajar
al menos.
¿Dónde bajó Has?
Donde bajó Bruno.
Estación
Cementerio
de la historia onírica europea
El videoensayo «El Sanatorio de la Clepsidra» puede verse aquí.