Preparatoria 11 / 1012A
Este día mi venganza se vería realizada por fin…
Hoy es 9 de septiembre y en seis días son las elecciones para la presidencia. Yo sé que voy a la cabeza y que mi enemigo es un idiota, pero ayer lo vi con mi novia y eso es inaceptable. Se estaban besando y paseando por una plaza pública como dos adolescentes en primavera. Me hubiera encantado dejarlos como coladera en el momento, pero sus escoltas rebasaban a los míos, así que sólo me quedó agachar la cabeza y pedir mi helicóptero para salir lo antes posible.
Al salir de ahí me dirigí a la casa de mi mejor amigo, César, que era mi jefe de campaña hasta entonces. Pero al llegar a su “humilde” morada (una mansión de dos hectáreas) me negaron el paso porque estaba en una importante reunión con líderes del partido contrario. Al momento me puse fúrico y sentí ganas de balearlo también. Desgraciadamente traía sólo ochos escoltas y en su mansión tan sólo en la puerta había diez.
El día no podía haber sido más jodido: mi novia me engaña con el contrario y mi mejor amigo me traiciona. A mi mente vino aquel corrido de esa serie colombiana tan exitosa que decía “No te confíes de nadie, que el más amigo te da traición”. De inmediato prendí mi computadora, abrí iTunes y comencé a escucharlo, lleno de cólera y tomando vodka hasta perder la razón.
Al día siguiente, con una cruda de los mil diablos, me sentía del carajo. Una vez más con ganas de matar a alguien, y esta vez sí lo haría…
Convoqué a los jefes de mi escolta a una reunión de emergencia, y también al idiota que se hace llamar general porque tiene mil guerrilleros a su mando. Montamos el plan de ataque y ese día tuve la bendición de que llegaran mis nuevos juguetitos: 50 barrets y 200 AK-47, además de 18 granadas y 7 lanzacohetes. A eso le sumaría las armas que ya tenía y un tanquecito guardado en mi cochera. Estaba todo listo para armarle una guerra a los pendejos de mi “mejor amigo”, mi contrincante y mi ex novia, y por qué no llevarme a la tumba a toda su gente. Así que les envié una carta citándolos a un “debate” en la casa de mi amigo. Pero en realidad lo que iban a tener sería una lluvia de plomo.
Llegó el día del “regalito”. Estaba todo listo, mis tres helicópteros, seis jeeps artillados, el tanque y más de 3,500 hombres. Creo que después de eso marcharía a la capital a tomarla…
Al llegar a su mansión, el tanque que iba al frente voló en pedazos la puerta y a los guardias. Yo, que iba a bordo de uno de los helicópteros, armado con un revólver Magnum y más equipado que soldado de fuerzas especiales, bajé ya cuando tenían el edificio rodeado.
De un disparo de bazuca destrozaron la cúpula de vidrio.
De los tres helicópteros bajamos alrededor de unos treinta y dos hombres disparando mientras los demás se abrían paso por la puerta. Ver a esas ratas acorraladas me dio tanta risa. Uno a uno morían. Hasta que sólo quedaron tres, que ejecutaría yo mismo… Cada uno tuvo su propia muerte un tanto desagradable…
Mi “mejor amigo” fue crucificado y herido en los costados. Y al cabo de treinta minutos fue bajado moribundo, lo habían golpeado hasta quebrarle los huesos… El león que tenía como mascota cenó muy bien esa noche.
Mi contrincante electoral… ¿Recuerdan la condena de los cuatro caballos?… Pues en él sí se hizo y los cocodrilos se deleitaron.
Mi ex novia… la mataría yo sin dolor, de un tiro. Pero me hizo desperdiciar mi último tiro en su pierna, para impedir que corriera. Mientras buscaba en mis múltiples bolsas con qué matarla, mis hombres la humillaban, escupiéndole y gritándole, le arrancaban el vestido y la tocaban. Los hice a un lado, ya había encontrado con qué le daría fin a su vida: un cargador de Blackberry y una bala. Amarré a su cuello el cargador de modo que si lo jalaba la estrangulara, y metí la boquilla de mi arma cargada en su vagina…
-¡Hasta la vista, baby. Siente algo por última vez dentro de ti, zorra!