para Roger von Gunten
Puntos, todos los puntos,
los puntos sin designio ni propósito y los puntos señalados,
el centro inmóvil que fijó el primer trazo de un círculo, el punto
donde se intersectaron las dos primeras líneas,
puntos que subsisten en n dimensiones, junto con
los puntos de la fe y los datos probatorios
que vuelven cada día al trino del cenzontle,
y fincan en el punto de cruz de los bordados
extendiéndose hacia los puntos cardinales,
los puntos donde todo lo que empieza va a alcanzar su punto,
el orden de los planetas y el orden mental que los contempla,
el punto azul de la Tierra, el objeto sin nombre
que es casi cada cosa, punto en el abandono,
punto menos que un punto, prenda inadvertida,
nada, asteroide, nebulosa, polvo, puntos de rocío
en la frente del hombre a la intemperie,
el punto de un decreto que alguna vez tuvo sentido
y hoy es letra encajada en la ley para el gargajo,
expectoraciones de un prisionero sobre el muro de su celda,
hechas de puntos que hablan de un hombre que tosía,
o de un rastro de sangre que quiso ser
la aparición primera de una forma, la forma acallada,
concentradora del poder y la potencia, puntas de flecha,
trocitos de hojas en la grava, escoria o pepitas de oro
arrastradas por el aluvión, luces de una ranchería
en la otra punta de la noche, trizas de huesos que conducen
a la tumba de un señor, ya saqueada, en algún punto
de un mapa arqueológico, el boquete
que hizo en el suelo la puntual gotita de agua,
el punto en que las cosas vivas son ya indistinguibles
de las no vivas, el punto en que es cristal
la vida y piedra el carapacho, cuando la mente no discrimina
ya entre el ánima y el animal, cuando la percepción
es una con la cosa y la unidad se toca con el caos y lo acaricia,
cuando lo cognitivo estalla en miríadas
y las partículas generan flujos y los flujos respiran,
cuando todos los puntos se tocan,
cuando vuelven a tener sentido los nombres
de astrobiología, metempsicosis y presciencia,
los nombres que nombran principios
y compenetran a la desolación con la naturaleza,
nombres que no dan a la belleza o al abuso otro nombre,
y potencian la ola que transporta el día,
siembra la siembra y cae con las cadencias del cabello
y de la túnica del mar en el peñasco,
chasquido sexual, gotas, lágrimas, moléculas,
puntos puntuales como principios monosilábicos,
el sí y el no, no, no con sus embargos,
el esplendor al borde de la desesperación,
el embate de la sangre, el camino que lleva de la casa
arrancada a la casa vuelta a construir,
el punto de fusión en que convergen el alba y una herida,
decuplicándose cuando un punto resiste
sobre el plano y encuentra el soplo
que remueve las traslaciones, las entrañas,
los vendavales y las faldas y los toques de pincel,
los puntos en el cuadro que parecen
recién llegados de la física cuántica,
que repiten el sí que es no de los rebeldes,
puntas de un hombre que alarga los dedos
para tocar lo inaplacable, y lo halla.
El pasado 20 de mayo, el pintor Roger von Gunten presentó su pieza Cubo No en la Galería Metropolitana de la Ciudad de México. Realizado en una edición de 10 ejemplares impresos por el Taller Gráfica Bordes, el Cubo No deriva de un enorme cubo multicolor que el artista colocó en la puerta de su casa en Tepoztlán como protesta cuando iba a ser embargada luego de un proceso judicial entablado en su contra por un presunto defraudador. La casa finalmente le fue arrebatada.
Del sentido de esta obra, el artista ha escrito: «Su virtud reside en el hecho de dar cuerpo y presencia perdurable al pequeño vocablo no; e imponer un Cubo No a alguien que nos ha venido perjudicando con impunidad desde una posición de poder, es obligarlo a responder a los reclamos que le estamos haciendo, o bien cargar con un Cubo No el resto de sus días».
En la presentación del Cubo No, Jaime Moreno Villarreal leyó el poema «Puntos de rocío», escrito a partir de una sesión de trabajo en el estudio del pintor, donde presenció su modo de pintar varios cuadros simultáneamente mediante la aplicación de puntos de color. Cabe mencionar que se llama «punto de rocío» a la temperatura en que el vapor de la atmósfera se licua en gotas de rocío.