Proximidades / Roberto Ulises

Taller Luvinaria-CUCEA 

¿Yo? Yo dormiré con la satisfacción de que hoy fue un día singular…  Y ¿tú cómo dormirás, si estás muerto? Deberías verte, estás horrible, tu piel se desprende de los músculos, debes de haber sufrido mucho en la agonía de volver a dormir, y ésta se prolongará aún más pues ya no dormirás. ¡Mírate! Estás muy muerto como para salir a la calle; mejor quédate aquí, toma una taza de café y platiquemos sobre trivialidades, para aminorar lo sucedido. Pero ven, pasa, no tengas pena, por el camino recogeré los pedazos de carne fresca, hoy eres mi invitado. Sé que no es fácil tomar café cuando no se tiene labios, creo que se quedaron en el umbral de la puerta; espera un momento para ir por ellos, aún conservo algo de hilo y una aguja oxidada por algún recoveco de la habitación. El agua se está calentando sobre una flama azul; sé que te recuerda una experiencia cercana, pero no tienes por qué tomarlo de esa manera porque sabes que si intentas llorar uno de tus ojos saldrá de su cavidad… Creo que tus dedos ya no tocarán esas partituras en el piano; no te preocupes, pegaré tu oreja en su lugar y reproduciré un disco para evitar el silencio, ¡ya sé! Es que tampoco tienes lengua, esa sí se la tragó el ratón. No te preocupes, yo no te juzgo, también llegué a tener a un político como amigo, a un homosexual, una prostituta y a mi vecina Lola… Lo siento, mi baño no está en servicio, pero no lo tomes en cuenta, haz donde te sea conveniente, quiero que te sientas como en casa. Pero cuéntame, ¿cómo estás? Te ves mal, como cansado, creo que estás muerto, sí, creo que es eso… Te tomas las cosas muy personales. En cambio, a mí no me pasa lo mismo, hace tiempo que fallecí y creo que me veo más delgado, y tú me conoces, nunca fui de muchos amigos y aquí me la pasaba, tirado, como sin ambiciones. ¡No te rías!, aún me duele la cabeza del tiempo que estuve colgado, suerte la tuya que fue una explosión. Aquí está el café, puedes esperar a que se entibie. ¿Sabes?, es muy agradable conversar contigo; hace tiempo vino una muchacha que no pudo tomar café porque las pastillas que la mataron le provocaron una úlcera gástrica y era delicada hasta en la muerte, además de que no paraba de hablar sobre su madre, que qué pensaría de ella. Yo le sugerí que siguiera adelante, que tenía una vida larga que recorrer. Sólo me pidió un vaso con agua porque eran las tres, hora de su medicamento, y salió apresurada porque tenía que llegar temprano para morir. No le insistí que se quedara porque sé la importancia que tiene la muerte en la vida de todos y nadie está dispuesto a llegar con retraso, además de que siempre vuelven. Al principio los gusanos causan escozor y algo de comezón, pero con el tiempo te acostumbras; a mí me gusta masticar las cucarachas, son más nutritivas y crujen como el cereal que acostumbraba de chico; ya es cuestión de paladares. Por cierto, tienes que ser prudente con la sociedad de los vivos, ya que son algo especiales, peor aún son muy susceptibles; a un joven así de los frescos que acaban de morir lo metieron a una cámara, donde lo cremaron, sólo porque se pegó un tiro en la sien. Al instante se murió el pobre, pero lo asustó el ruido de la pistola y salió a buscar ayuda. Claro que no pudo recurrir a nadie más que a mí y, ¿qué crees?, me parece que lo perdí. ¡Es verdad!, de repente ya no le latía el corazón. Al principio me alarmé y hasta creí que podría morirme del susto, pero después comprendí que estaba durmiendo el sueño eterno y preferí no interrumpir. Cuando llegaron por él, yo me hice el dormido y creo que me creyeron muerto, porque sólo se lo llevaron, sin interrogarme ni preguntarme si me hacía falta algo: qué maleducados. ¿Por qué te vas?, a penas son las siete y tengo que regresar a mi habitación hasta las nueve. Eres provisorio, ya lo veo; está bien, y es más, para demostrarte mi gratitud, aquí tienes tu piel, con limón y sal adquiere un toque ideal, pero, como te digo, es cuestión de gustos. Claro que puedes venir el día que gustes, aquí tienes tu casa, donde siempre serás bienvenido. La gasolinera está en el extremo opuesto de la ciudad, coge este abrigo, no sea que te me vayas a resfriar. En caso de que se cruce algún perro en tu camino, tienes que correr, porque tienen la costumbre de aullar como si lloraran y si tienen hambre no dejan sobras de uno, así le pasó a mi tío Venustiano, que se lo comió un Doberman, pero era tan enojón que el animal terminó muriéndose. Yo digo que fue por lo amargo del sabor, ahí sí que cuenta mucho el tipo se carácter, pues entre más depresivos, mejor el sabor. Recuerda que es importante siempre ser discretos, por si piensas tomar transporte colectivo no se te ocurra recogerte en pedazos, total, lo que se cayó pues tan sencillo como que ahí se quedó. Ya ves que hay mucho supersticioso por ahí que dice que lo que se cae lo chupa el diablo; en mi opinión, dudo mucho que sea cierto. Te ves mal, ¿no estarás enfermo?  Te ves muy muerto, deberías intentar dormir, eso disminuye la apariencia cadavérica. Te juro que aquí no olvidaste tus párpados, puedes buscar por ti mismo, siéntete con la libertad de buscar como en tu casa. Lo que sí se te olvida es tu sombrero, ese sirve para demostrar elegancia y que no piensen que al morir no te llevaste nada. Yo sólo me traje estas botas industriales, es que siempre fui muy trabajador, pero la crisis me ahorcó, literalmente. Todavía tienes cuatro horas para llegar a tiempo a la explosión, ya ves que muchos así se hacen famosos, pues van a ir todo tipo de televisoras y yo creo que con tu porte por lo menos te entrevistarán. Espero verte más seguido por aquí. A veces me siento muy solo, si no fuera por esos gatos que vienen a lamerme los cachetes y hacerme compañía, no sabría qué hacer, yo creo que me colgaría del ropero. Cuídate mucho, no te vayas a lastimar en exceso, ya ves cuánto dolor se siente al morir…

 

 

Comparte este texto: