Poética caótica, intuitiva, azarosa, fortuita, emocional y, en palabras de Roberto Turnbull, «siempre insatisfecha».
Su obra, casi toda mixta, es un revoltijo de obsesiones, recurrencias, colores, líneas y volúmenes.
El ritmo surge desde esas arquitecturas y músicas todavía no inventadas que dice escuchar mientras crea, que inventa cuando trabaja precisamente allí, donde no debería, en esos no-lugares donde se debe contemplar su obra.
Roberto Turnbull es un poeta multidisciplinario. Sabe mezclar procesos, técnicas, materiales, tonos, tradiciones, tendencias, historias, registros, influencias y lenguajes con una libertad inaudita. Sabe enseñarnos que las dinámicas tradicionales y contemporáneas, convencionalmente contrapuestas, no sirven al momento de encapricharse con un algo que quiere, que necesita salir en escultura, pintura, gráfica o instalación, un algo que no es un tema pero que sí es una imagen surgida con «gusto, angustia, ansiedad y enojo». El trabajo de Turnbull concilió procesos y soportes desde 1983.
Dicen que Roberto Turnbull no pertenece a ninguna escuela, movimiento o etapa cronológica en la historia del arte nacional, pero quizá sean éstos su escuela y su tiempo: los de los artistas-poetas que viven fuera de las categorías rebasando límites porque saben que es precisamente allí, afuera de la convención, sin ataduras y sin adjetivos, donde se crea el presente y el futuro.
Turnbull pertenece a la no-escuela desde sus no-lugares; allí encuentra el poema que recrea: uno con sus propios principios, inicios, adjetivos, movimientos, escuelas y herencias, un trabajo que fundará una nueva historia.
Dolores Garnica
Imágenes de la exposición Lugares comunes, de Roberto Turnbull.
Cortesía de la Galería Tiro al Blanco de Guadalajara (mayo de 2014).
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