Ácido
El mundo, enigma interno
y el yo charcos de agua turbia.
Permítanme presentarme:
buen tenedor de libros,
dos en cada mano
y uno ante los ojos.
Altura media y no más,
piel oscura que encanece
y siempre un que no, que no,
sueño trunco o cielo opaco.
Fui consistente hasta que ser
pasó de moda.
Hoy sólo soy cortés.
A solas conmigo
le pregunto
qué hago aún.
Semblante
Propongo piezas sueltas,
me atengo a lo más turbio:
tu mirada, por ejemplo,
en aquella tarde gris
o el vaivén de la percha desnuda
repitiendo entre la ropa
que no estás.
¿Quien hilvane mis retazos
sabrá de mí lo que ignoro?
¿O hará, como el mago,
brotar lo que no había?