Poemas

Pablo Landeo Muñoz

(Huancavelica, 1959). Ha publicado poesía en español: Los hijos de Babel (Pakarina, 2011); cuentos en quechua: Wankawillka. Hanaqpacha ayllukunapa willakuynin (Pakarina, 2013), y una novela en esa lengua, Aqupampa (Pakarina / Instituto Francés de Estudios Andinos, 2016).

Nacionalidad

Nacionalidad
limeña silenciosa y marginal sobre los arenales 
con sabor a canicas trompos lagartijas.

Nacionalidad
en Vallejo a punto de conducirme a Santiago.
Y esto no fue posible.


Nacionalidad
en los granos de maíz que forjaron mis huesos
en los humildes escarabajos en sus pelotas de estiércol.


Nacionalidad
en quienes partieron un día sin saberlo.
La puerta resiste nombres en mi boca cuchara y cenizas.


Nacionalidad andina 
peruana mundana
desde los pies hasta la testa mi pura geografía.



Paracas (apuntes para un paisaje con nudos)

una arquitectura de nudos que se erige sobre la arena 
puede ser más compleja que la torre de Babel

existen nudos con sabor a peces muertos 
a yerbas de mar y caracoles brillantes
nudos recubiertos de especímenes extraños 
de arena y de sombras
nudos en blanco y en negro
nudos que asemejan desnudarse desanudarse 
y andan por mi cuerpo
anudando pies manos cabeza y memoria

nudos que se tuercen y retuercen
que invierten el sentido de las direcciones 
nudos que tan pronto uno los observa
se disuelven en blancas deyecciones

huellas sobre la arena sobre textiles amarillos y rojos 
huellas de aves de viejos cráneos revestidos de salitre 
nudos que marchan detrás de otros
nudos que desanudar buscan su caótica poesía



Santiago

Los cangrejos aquí en Santiago muerden el alma 
muerden con un poquito más de su ají amarillo 
humeantes de placer y sabores al mediodía.

Danzan madre pintados de rojo y festivos 
como cuando se lleva en hombros al apóstol 
con su ramo de flores y su picante de cuy.

Danzan fieros transpiran resisten la intransigencia del fuego 
y el alma se embriaga madre de alcohol de eructos.
Soles enrojecidos trepan lentos pecho a tierra 
caminos que se quiebran los huesos, monte arriba.

Estos cangrejos madre me han devuelto el alma
en una sopa —sabe Dios— desde cuándo plena de encanto 
de sabor volcánico entre aquellos nudos la cordillera
que se viene abajo yo que asciendo en tus brazos.
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