(Huancavelica, 1959). Ha publicado poesía en español: Los hijos de Babel (Pakarina, 2011); cuentos en quechua: Wankawillka. Hanaqpacha ayllukunapa willakuynin (Pakarina, 2013), y una novela en esa lengua, Aqupampa (Pakarina / Instituto Francés de Estudios Andinos, 2016).
Nacionalidad Nacionalidad limeña silenciosa y marginal sobre los arenales con sabor a canicas trompos lagartijas. Nacionalidad en Vallejo a punto de conducirme a Santiago. Y esto no fue posible. Nacionalidad en los granos de maíz que forjaron mis huesos en los humildes escarabajos en sus pelotas de estiércol. Nacionalidad en quienes partieron un día sin saberlo. La puerta resiste nombres en mi boca cuchara y cenizas. Nacionalidad andina peruana mundana desde los pies hasta la testa mi pura geografía. Paracas (apuntes para un paisaje con nudos) una arquitectura de nudos que se erige sobre la arena puede ser más compleja que la torre de Babel existen nudos con sabor a peces muertos a yerbas de mar y caracoles brillantes nudos recubiertos de especímenes extraños de arena y de sombras nudos en blanco y en negro nudos que asemejan desnudarse desanudarse y andan por mi cuerpo anudando pies manos cabeza y memoria nudos que se tuercen y retuercen que invierten el sentido de las direcciones nudos que tan pronto uno los observa se disuelven en blancas deyecciones huellas sobre la arena sobre textiles amarillos y rojos huellas de aves de viejos cráneos revestidos de salitre nudos que marchan detrás de otros nudos que desanudar buscan su caótica poesía Santiago Los cangrejos aquí en Santiago muerden el alma muerden con un poquito más de su ají amarillo humeantes de placer y sabores al mediodía. Danzan madre pintados de rojo y festivos como cuando se lleva en hombros al apóstol con su ramo de flores y su picante de cuy. Danzan fieros transpiran resisten la intransigencia del fuego y el alma se embriaga madre de alcohol de eructos. Soles enrojecidos trepan lentos pecho a tierra caminos que se quiebran los huesos, monte arriba. Estos cangrejos madre me han devuelto el alma en una sopa —sabe Dios— desde cuándo plena de encanto de sabor volcánico entre aquellos nudos la cordillera que se viene abajo yo que asciendo en tus brazos.