Agua en mi mano
El agua que recogí
   en el pozo de mi palma
   se volvió extraña al río.
   Ahora está inmóvil,
   el cielo encrespado en ella.
   Vertí el agua.
En este río que fluye,
       ¿cuál es mi agua    ? 
Más huesos
No llames a mi puerta a pedir nada,
   mi casa está frígida de muerte.
Les podrían salir colmillos
   a las palabras que te di.
   El cigarro que te ofrezco
   podría estar envenenado. 
   Podría la comida en tu plato
   estar mezclada
   con la carne de hermanos.
   Podría ir disuelta
   sal de lágrimas 
   en el té preparado para ti.
Estos días los gobiernan
   diablos en uniforme color kaki.
Hoy,
   mueren quemadas flores, sonrisas, niños, 
   pájaros. Mujeres.
   Las voces de aquellos
   cuyos órganos arrancan
   se expanden en un tartamudeo.
   Desde el cráneo destrozado del Buda
   aúllan los buitres
   entre la pila de cadáveres.
   Es fácil rajarte el cuello 
   en el nombre de Dios, Lengua o Raza
   con una lámina corroída de metal.
Hoy,
   es un crimen ser humano.
La tierra se ha convertido en un corredor de esqueletos.
   (La pila de huesos crece y crece.)
El aire —
   un contenedor de humo de explosivos.
   (El humo se vuelve denso.)
   Cada huella en la arena
   manchada de pus y sangre.
En la tela que tejen las arañas
   se hielan en el vacío los ojos de búho de la historia.
   Mancha en nuestras manos todas,
   la pena se extiende sin fin. 
   No llames a mi puerta
   a preguntarme nada.
Hoy,
   ser humano es un crimen.
Udhagamandalam
para Sumathi
Como un pájaro que regresa a su santuario,
   vuelvo una y otra vez a este pueblo en la colina.
Este pueblo ha sido deformado
   como el rostro humano estallando de acné.
   Aun así,
   recuerdos de mi infancia permanecen
   en el viento cargado del olor de eucalipto.
Mi idioma,
   por mil años oxidado,
   aún es débil 
   para hablar de tu amor.
Tú, con tus historias,
   que anduviste en los caminos
   cubiertos de la morada flor de mayo,
   que hablaste sobre humanos
   en las vías del ferrocarril 
   entre rocas que rezumaban agua,
   no estás aquí.
Ahora yo soy
   un corazón cautivo
   en las garras de un águila en vuelo.
Los pechos colgantes,
   podrías estar perdida
   en documentos del gobierno infestados de caca de gusanos
   o
   utensilios abollados borroneados de carbón 
   o
   la manchada ropa de tus bebés.
Tu amor es tan simple,
   como agua recogida a la mitad del río. 
Versiones de Adriana Díaz Enciso, a partir de las versiones 
   del tamil al inglés de Putholi Arumugam, R. Sivakimar 
   y Gita Sukumaran.