Poemas

Mischa Andriessen

(Apeldoorn, 1970). Autor de Dwalmgasten (De Bezige Bij, 2016).

La ofrenda (Cam)

Tal vez recuerdes cómo de pequeño, de pie junto a mí, me observabas cavando de rodillas un pozo en la tierra con las manos como única herramienta y esperabas, todo ese tiempo, tu pequeña regadera verde preparada, el momento en que por fin terminara e inclinando secamente la cabeza te diera a entender que el árbol que acababa de plantar podía regarse, y que ya a la semana con el labio tembloroso me preguntaste si acaso el árbol estaba muerto, que yo te cogí en mis brazos y muy seguro de mí mismo, como esperaba que pareciera, te dije: «Nada de eso, hijo, qué ocurrencia. ¿Por qué lo preguntas?», y que tú entonces sollozaste: «Porque no crece».

Seguro que no sabes que desde entonces cada mañana me levantaba de madrugada y regaba el retoño, y cada noche, cuando tú ya hacía rato que dormías, hacía lo mismo, y que seguí haciéndolo cuando parecía que tú ya hacía mucho que te habías olvidado del árbol, y me pesaba cada vez más, aunque aun así perseveraba en lo que me había figurado: hacerte descubrir por tu cuenta por qué yo había plantado aquel árbol y concederte el día en que te enterarás de que el hueso del tamaño de un ojo contenía vida en ese momento y que de repente, al pasar, verás un robusto chabacano en flor, volverás a verte a ti mismo allí parado, esperando con tu pequeña regadera verde, y caerás en la cuenta de cuánto tiempo ha pasado, de cuánta vida ha crecido y ha permanecido, después de mí

Jafet

Cuando llovía él corría abriendo los brazos
detrás de los gansos escapados no cazaba ni uno
aunque por accidente los devolvía a su corral
nunca lo cerraba al rato los volvía a perseguir
Los agujeros en las tablas del suelo los tapaba con trapos
contra las ratas decía nosotros ya no veíamos las nubes
no olíamos aquel aroma húmedo de la tierra
y es que casi parecía como si la hierba llamara a la lluvia
como si el campo se entregara y yaciera indefenso
ante el aguacero ni oíamos lo silencioso que estaba ahora todo
enseguida soplaría un viento suave luego fuerte y además
no vimos cómo el perro tiraba de la cadena
cómo acalorado saltaba gruñendo con cada vez más saña
a la oscuridad por qué no lo sueltas
le dijimos viendo cómo el chico sacaba la lengua bien larga
y saboreaba las gotas calientes nosotros también las sentimos
vimos cómo se nublaba de repente oímos los graznidos temerosos
y nos reímos manos a la obra Jafet se volvieron a escapar

Animal

Durante un tiempo le había hecho bien levantarse a altas horas de la noche y solo en el muelle alzar la mirada hacia la oscuridad y ver de nuevo las estrellas que durante tanto tiempo habían determinado su derrotero, había enseñado sus nombres a todos los del arca y en los muchos momentos en que habían estado al borde de la desesperación, la mera repetición de aquellas denominaciones —Carro Mayor, Boyero, Osa Menor— acabó por calmarlo, a él y a los otros.

Cada noche se imaginaba con amor que de su vida de entonces no quedaba apenas nada más que eso: unos poco puntos de luz y la posibilidad, una y otra vez, de unirlos, ver una línea, visible para todo el que mirara hacia arriba en ese mismo instante, una y otra vez, presentando la misma forma, aunque Naamá siempre había confundido la Osa Mayor con la Menor, Cam al principio no conseguía ver la estrella polar, lo que, pensó él más tarde, probablemente fuera una treta, el poder de un hijo sobre su padre, para permanecer dentro del momento, adelantarse al tiempo mirando infinitamente de a dos lo que a lo lejos señala un dedo curtido.

Pleamar

El mundo volvía a ser pequeño como otrora para ellos solos
un lugar donde la tierra mojada aún emitía vapor
donde con la esperanza de estar al abrigo desarmarían
lo que les había llevado hasta allí la madera bien alquitranada
del arca encallada su techo impermeable y a prueba de tormentas
Tras varias horas los chicos volvieron negros como la tierra
del reconocimiento de su nuevo país y mientras comían
interrumpían impetuosos las exaltadas historias mutuas
Vio cómo ella los observaba el pulgar cerca del labio superior
como siempre cuando sentía emoción y no entendía
por qué le era dado aquello ver la despreocupación
y naturalidad con la que sus hijos jugaban al parecer
olvidando que todo lo que veían hacía aún muy poco
había sido agua ella no había podido dormir ni una noche
por todo lo que esperaba no tener que vivir nunca más
La vio seguir cada movimiento de los chicos
sus risas tontas espejadas en la silenciosa de ella
habían conseguido abarcar de nuevo el mundo
Vio cómo se llevaba las manos al vientre
como intentando acallar una voz que allí pervivía
Y la vio mirar una y otra vez el juego retozón
de los animales liberados y cerrar cada vez los ojos
cuando el sol se volvía muy intenso relajar el rostro
Y vio cómo librada del miedo estaba apta como siempre
la oyó luego cantar bajito cual si creyera estar sola

Versiones del neerlandés de Diego J. Puls.

Mischa Andriessen y la infancia antediluviana

Nacido en los Países Bajos en 1970, Mischa Andriessen ha publicado hasta la fecha cuatro poemarios que le han valido la misma cantidad de galardones literarios. Es un artista polifacético, ya que sus actividades profesionales oscilan entre las artes visuales y la música, sobre lo que escribe como crítico en medios especializados.

La poeta quebequense Anne Hébert decía que la poesía es el meollo de cualquier forma de arte. El cine, por ejemplo, que es campo de estudio para Andriessen, ¿no es acaso un compendio de fotografía, artes pictóricas y dramáticas, música y literatura? ¿Qué sería una película sin sonido, sin actores, sin texto y sin imágenes? La obra poética de Andriessen confirma lo dicho por Hébert al ser inspirada por cintas, cuadros, escalas musicales y otros libros, entre los cuales la Biblia es uno de los libros de libros. En la música, el jazz es su campo de predilección, y encontramos en sus poemas un tono lánguido que nos recuerda ese género musical. En vista de la conexión que liga los textos del autor con otras artes, no es de sorprender que el poema en prosa y el tono conversacional sean recursos que él maneja con grandes dotes narrativas.

Estos poemas forman parte de su quinto poemario, titulado Het Drogsyndicaat, que se podría traducir como «El sindicato de la estafa». El libro saldrá a la luz en junio de este año. Vertidos por primera vez al español, estos poemas relatan el periplo bíblico de Noé, que junto con su esposa Naama se llevó a sus tres hijos, ya adultos, a navegar por el mundo, muy a pesar suyo. Una tripulación hecha de un puñado de seres humanos encerrados por necesidad en un zoológico casi marítimo, y que sólo tienen tiempos pretéritos para aferrarse a lo vivo.

¿Qué tipo de infancia pudieron tener Sem, Cam y Jafet, años antes del diluvio que según la Biblia cambiaría el curso de la Historia? No había niños a bordo del arca comisionada para salvar la Humanidad. La humanidad futura, huelga decir, porque la que existía, en la que había infantes, escolares y preadolescentes, acababa de ser aniquilada. Andriessen se imagina de niños a esos hombres asustados, con sus recuerdos intactos, un mundo en el que trasluce una ingenuidad delicadamente infantil. Pues la infancia, a menos que uno esté aún en ella, siempre es y será el reino de la memoria simplemente porque se conjuga en pasado. Los recuerdos de la niñez son lo que nos moldea para el resto de nuestra vida, para bien o para mal, a veces para ambas cosas. Y porque el molde de los primeros años es a la vez pétreo y blando, en él cabe todo lo que un niño será. Por eso la niñez es uno de los grandes temas abordados por los distintos géneros artísticos, un tema tan universal como lo son el amor o la muerte.

El autor agradece al Fondo Literario Holandés, gracias a cuyo financiamiento fue posible la versión de estos poemas al castellano.

Françoise Roy

Het Offer (Cham)

Misschien weet je nog hoe als kleine jongen je naast me stond, mij op mijn knieën een gat in de grond zag graven, met mijn blote handen, en wachtte, al die tijd, je kleine, groene gieter paraat, tot ik eindelijk klaar zou zijn en dan met een afgematte knik je te kennen gaf dat de boom, die ik zo—even had geplant, water mocht? en weet je nog dat je me al na een week met een trillende lip vroeg of de boom misschien dood was, ik je in mijn armen nam en zelfverzekerd, naar het hopelijk leek, tegen je sprak: «Nee, joh, ben je mal? Waarom vraag je dat?» en je toen snikte: «Omdat hij niet groeit.»

Zeker weet je niet dat sedertdien ik elke ochtend in alle vroegte opstond en de loot besproeide, en iedere avond, als jij al lang weer sliep, ik hetzelfde deed, en dat doen bleef, toen jij de boom al lang vergeten leek en het me steeds zwaarder viel, maar ik toch volhield wat ik mij voorgehouden had: je eigenmachtig te laten uitvinden waarom ik de boom had geplant en je de dag te gunnen waarop je ontdekken zal dat in die ooggrote kern toch leven zat destijds en je plotseling, in het voorbijgaan, een stevige abrikoos in bloei ziet staan, je jezelf weer ziet staan, wachtend met je kleine, groene gieter, en beseft hoeveel tijd er is verstreken, hoeveel leven is gegroeid en is gebleven, na mij

Jafet

Als het regende rende hij met wijd open armen / Achter gevluchte ganzen aan ving er niet één / Maar dreef ze per ongeluk toch terug in hun hok / Sloot het nooit zat ze even later weer achterna / Gaten in de vloerplanken dichtte hij met lappen / Tegen de ratten zei hij zagen wij de wolken niet / Roken we niet die spochtige geur van de grond / Het leek toch haast alsof het gras de regen riep / Alsof het veld zich overgaf en weerloos klaarlag / Voor de bui hoorden we niet hoe stil het nu was / Het dadelijk zacht dan harder waaien zou en dan / Zagen we niet hoe de hond aan zijn ketting trok / Hoe verhit hij opsprong almaar valser gromde / Tegen het donker waarom maak je hem niet los / Zeiden wij zagen hoe het joch ver zijn tong uitstak / Proefde van de hete druppels wij voelden die ook / Zagen hoe het betrok hoorden plots het bang gegak / En lachten aan het werk Jafet ze zijn weer ontsnapt

Beest

Een tijd lang had het hem goed gedaan in het holst van de nacht op te staan en alleen op de kade naar het donker op te kijken en de sterren weer te zien die zo lang zijn koers hadden bepaald, hij had hun namen aan allen op de ark geleerd en in de vele ogenblikken dat zij de wanhoop nabij waren geweest, had louter de herhaling van die benamingen— steelpan, Ossenhoeder, Kleine Beer — hem en de anderen uiteindelijk gekalmeerd.

Elke nacht dacht hij zich met liefde in dat er nauwelijks meer van zijn toenmalig leven gebleven was dan dit: een paar punten licht en de mogelijkheid, steeds weer, ze te verbinden, een lijn te zien, die voor ieder die omhoogkeek in datzelfde ogenblik, zichtbaar was, steeds weer, dezelfde vorm had, ook al had Naäma de grote beer altijd verwisseld met de kleine, lukte het Cham aanvankelijk niet de poolster te zien, wat, bedacht hij zich later, waarschijnlijk een list was, de macht van een zoon over zijn vader, om in het moment te blijven, de tijd te snel af te zijn door getwee eindeloos te kijken naar wat een verweerde vinger ver weg aanwijst.

Vloed

De wereld was weer klein als eens voor hen alleen / Een oord waar uit natte grond nog damp opsteeg / Waar in de hoop beschut te zijn zij af zouden breken / Wat hen hierheen had gebracht het dik beteerde hout / Van de gestrande ark hun waterdicht en stormvast dak / Na uren keerden de jongens zo zwart als aarde terug / Van de verkenning van hun nieuwe land en onderbraken / Vol vuur terwijl ze aten elkaars opgewonden verhalen / Hij zag hoe zij naar ze keek de duim dichtbij de bovenlip / Als altijd wanneer ze ontroering voelde en niet begreep / Waarom haar dit was vergund te zien hoe zorgeloos / En vanzelfsprekend haar zonen speelden schijnbaar / Waren vergeten dat al zij zagen nog maar kort geleden / Water was geweest zij geen nacht had kunnen slapen / Door wat zij hoopte nooit meer te hoeven ervaren / Hij zag haar elke beweging van de jongens volgen / Hun giechelend gelach gespiegeld in háár stille lach / Het was ze gelukt de wereld opnieuw te overzien / Hij zag hoe zij haar handen naar haar buik bracht / Als om een stem te stommen die daar voortbestond / En zag haar telkens weer kijken naar het dartele spel / Van de vrijgekomen beesten en steeds de ogen sluiten / Wanneer de zon te fel werd haar gezicht ontspannen / En zag hoe van angst ontdaan zij geschikt was als altijd / Hoorde haar zacht zingen dan als dacht zij alleen te zijn

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