Los lugares que quedan
En estos días, olvido cosas todo el tiempo, las pierdo,
pierdo mi pluma, no encuentro mis lentes,
hace un segundo, en algún sitio, vi el color azul,
ahora no sé a dónde se ha ido.
Olvido responder cartas, pagar mis deudas,
darles a mis amigos un hola y un adiós,
lamentando que mis manos sigan llenas de trabajo
que poco tiene que ver conmigo.
A veces, habiendo olvidado algo,
no puedo recordar siquiera olvidarlo.
Mamá solía decirme que fuera a los lugares
donde me había quitado, había visto o guardado esas cosas
por última vez.
Así las encontraba normalmente, emocionado.
Mamá solía decir que estas cosas, dondequiera que estén,
crean un lugar propio y no lo sueltan fácilmente.
Ahora Mamá ya no está conmigo,
sólo queda su lugar.
Las cosas se pierden pero sus lugares permanecen,
se mueven con nosotros toda nuestra vida.
Nosotros nos vamos a otra parte, abandonando nuestras casas, a nuestra gente,
el agua, los árboles,
como una piedra que tenía, que el agua arrastró de una montaña;
esa montaña aún ha de conservar un mínimo lugar.
Mientras tanto, mi ciudad fue sumergida por una presa enorme.
Han creado en su lugar otra ciudad
pero yo dije: ésta no es, mi ciudad es ahora un sentimiento vacío.
Las cosas suceden y luego pasan
pero donde pasaron, esos lugares se acumulan,
esos lugares van conmigo,
recordándome todo lo que he olvidado
y todo lo que he perdido.
Los desaparecidos
En los urinarios, y otros lugares frecuentados en esta ciudad
Aún nos topamos con carteles de la gente desaparecida
Que calladamente salió de su casa hace muchos años
A la edad de diez o doce
Se les muestra dueños de una altura promedio
Tez como de trigo u oscura pero nunca clara
Llevan pantuflas de goma
La cicatriz en el rostro de alguna vieja herida
Sus madres aún los lloran
Finalmente se menciona que quienquiera
Que dé noticias sobre los desaparecidos
Recibirá una adecuada recompensa
Pero nadie puede identificarlos
Ya no se parecen a las imágenes desvaídas
En esos carteles
Sobrescrita ahora su tristeza inicial
Por el soportar del sufrimiento
Sus rostros reflejan las estaciones cambiantes de la ciudad
Comen poco duermen poco hablan poco
Sus domicilios siguen cambiando
Enfrentando los días buenos y los malos con ecuanimidad
Habitan su propio mundo
Mirando con ligera curiosidad
Los carteles que los registran desaparecidos
Que sus padres siguen circulando de vez en cuando
Donde siguen teniendo
Diez y doce años.
Manifiesto para asesinos
Sí, sabemos
lo arteros y taimados que somos
Sabemos
cuántas mentiras hemos dicho
Sabemos
a cuánta gente hemos matado
a cuántos golpeado
a cuántos hostigado sin razón
Y no,
no hemos perdonado a las mujeres o los niños.
Cuando la gente llora y gime
les robamos sus hogares
A la vista de todos ocurre nuestro trajín
y sin ser visto
Nadie sabe mejor que nosotros
los detalles cruentos de nuestros actos.
Por eso no nos preocupan
los que saben la verdad sobre nosotros
Sabemos
que nuestra estrategia depende de los muchos
que saben muy poco de nosotros
o no tienen la más remota idea
Y los muchos que sí saben
convienen en que es para bien esto que hacemos
Y quisieran ellos
poder hacer lo mismo.
Versiones de Adriana Díaz Enciso, a partir de las versiones del hindi al inglés de Akhil Katyal («Los lugares que quedan»), Asad Zaidi («Los desaparecidos ») y Daisy Rockwell («Manifiesto para asesinos. («.