Chihuahua, 1995. Su libro más reciente es La mano de Dios (Universidad Autónoma de Chihuahua, 2024).
Johnny Cash canta cuatro canciones en la prisión de Folsom
1
Pensar en el horizonte como destino
me parece hermoso.
Cuando llegue diré que estoy en casa.
Mis muertos me recibirán alegres
y mis vivos clavarán la mirada
en el atardecer, buscándome.
Ahora disfruto el camino
y contemplarlo basta.
Únicamente me pregunto
por el día de la ceguera.
No sé si me acabaré el sol
de tanto mirarlo.
2
El día en que la fiebre
me mantenga atado a la cama
sabré que es hora de despedirme.
Veré el amanecer y el sol
se me escurrirá por los ojos.
Trataré de levantarme y lo primero que haré
será preguntar quiénes siguen vivos,
quiénes duermen bajo la tierra
y luego me echaré a llorar.
Mis lágrimas serán de oro,
de trigo, de luz, de cansancio.
Ojalá me sepulten con los ojos inundados
y se olviden de colocar un puño de monedas sobre mi rostro.
Eso sí, lloren lágrimas doradas por el sol.
Para el perdón no bastaría con mi propio llanto.
3
Escuché una voz en medio del desierto:
yo soy el hombre que viene,
yo soy
el eco,
el espejo que de cielo y arena
dibuja dos mares:
yo soy
la voz que clama por los justos, los desterrados,
los arrepentidos, los pecadores y los peregrinos
que se encuentran en el camino,
a medio camino.
4
Me vestí con una camisa oscura
y unos pantalones negros
para el funeral de mi padre.
Ahora visto siempre igual:
siempre es demasiado tarde.
Me queda solamente una larga noche,
una canción oscura
y la promesa del amanecer.
El diablo del blues y yo
I went to the crossroad, fell down on my knees.
Robert Johnson
Una noche mi abuelo vio al diablo
y aprendió a tocar blues.
Vivía en el llano
y cada vez que tenía ganas de llorar
tocaba los acordes más tristes.
Mi abuelo murió hace muchos años,
cuando yo todavía no conocía la muerte
ni sabía qué era el blues.
Por eso lloré dos veces:
vi su cuerpo tendido sobre la tierra
y no sabía tocar la guitarra.