Poemas

José Landa

(Campeche, 1976). Su libro más reciente es El grimorio secreto de la luz (Mantis Editores, 2021).

pero somos la suma

de instantes sucesivos

que el tiempo no destruye.

José Hierro

LA IMAGEN QUE FALTABA AL PINTOR DE SUCESOS

La imagen que faltaba
en este lienzo de aire cotidiano 
—se dijo para sí, frente a la obra incompleta 
antes de concluir, o simular 
la ansiada conclusión— no corresponde 
a una sombra o contorno conocido,
a un color específico 
de animal, flor o cosa que se mueva 
por los rumbos triviales de la vida.

La imagen que faltaba puede ser
una mancha, una línea
o algún punto final que se convierta 
en puntos suspensivos del discurso 
de polvo, de humedad, incluso de ceniza 
que huelen a presente, con textura ilusoria de pasado
de este inútil andar a tientas por el mundo.

Así como se empieza una pintura, 
una acción con el cuerpo, una pregunta,
es difícil llegar a su final con la conciencia 
de que hasta ahí llegó la tierra firme,
ante el borde inefable de ese vil precipicio de neblina 
donde empieza el futuro
con infinitos visos de respuesta.

Todos somos pintores, frente a la tela en blanco
de los negros instantes que rodean 
y sujetan sin fuerza el bastidor.

Al final acabamos decidiendo al azar,
con la ingenua creencia de que fue
una gran decisión inteligente.

La imagen que faltaba 
puede ser la del tiempo multiforme, 
cambiante, inapresable. Puede ser.



Y YA CON ESO BASTA COMPRENDER

Carpe diem quam minimum credula postero

HORACIO

Comprender el sonido es cosa del azar, 
lo mismo que el silencio —su reflejo—.
Digamos, por ejemplo, 
un camino que lleve a la ciudad,
y ya con eso baste. 
O el ruido del motor del automóvil pase,  
y ya con eso baste.
Y que se rompa el viento en los cristales,
o que la lluvia truene, 
o que incluso amanezca
sin llegar al destino todavía.
O todo sea mentira simplemente.
Que los hechos se den en otro sitio,
por ejemplo el balcón de alguna casa,
frente a un campo de futbol por la noche,
un viernes —puede ser— 
donde por apariencia nada pasa,
y que ya nada pase, eso nos baste.

O que alguna ambulancia llore lejos.
Que un hombre sueñe ser 
marinero en ciudad,
o tal vez tenga insomnio y ese insomnio
le obligue a imaginar que sueña.

Pero todo es mentira en estos dichos: 
el auto, la ambulancia, hasta la lluvia,
el campito de futbol, el camino.
La realidad es otra, más lejana.

Mejor dígase poste, 
cables de luz nocturna,
algún lote baldío, 
algún taxi que atraviesa la noche,
la pareja —que se adivina joven—
le hace el amor al monte del baldío.

Nombrar lo que se mira 
también es un azar.
Dejar que el árbol duerma, 
eso es mejor que ponerlo
a cantar de madrugada,
que sus cuerdas vocales se alimenten
del silencio que cura los insomnios.

Que un hombre en un balcón 
entretenga su tedio 
con mentiras, que invente 
algún silbido allá a lo lejos, hormigones
que vuelan en época de lluvias en torno 
de farolas como soles 
que matarán su vuelo.

Y que esta madrugada 
transcurra en su humedad sin contratiempos, 
mientras llueve el verano de repente 
sobre el techo del auto,  
el campito, el poste, el árbol, 
la ambulancia, el camino, el hormigón,
el taxi, la pareja, hasta el insomnio, 
la ciudad, el silencio, el hombre insomne.
Que todo esto suceda y que eso baste.

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