Ciudad de México, 1959. Su libro más reciente es El zigzag de la gacela (Bonilla, 2023).
1
Los armónicos del día
resuenan al dormir
sin que el oído los toque,
ni los capture la araña.
Escala los muros altos
un alma de escarabajo.
Una muesca en la pared
es apenas la vigilia.
Qué afán estar despierta
cuando sabes que el Jardín
crece sólo de noche.
2
No le temo a la rima
que me arrulla.
No me asustan los versos
que cavilan.
No le huyo al horror
de la inconsciencia
ni al trance de ser otra.
Oigo una canción dormida,
como una semilla muda,
justo al filo de las voces,
presa en mi ceguera de las cosas,
con las yemas de los dedos
persiguiendo su zumbido.
Si quiero entrar al alma ajena
debo antes salir del todo.
3
Mi verso libre es canto roto,
un cántaro de sed desparramada.
Su rima es un ave peregrina.
Su consonancia, un murmullo a la distancia.
Me acurruco en su hueco
y me echo a dormir con ese arrullo.
4
Ay la luna, luna, luna
como un suspiro
que se distiende,
«si te vieran los Gitanos»,
canción de Lorca
que recito
Ay luna, lunita, luna
como manzana
que un niño muerde
un grito mudo y extraño
se vuelve arrullo
en mi mente
cuando recibo en la boca
tu dulce beso
astringente
toque de mi deseo
y a la vez
furor sagrado
Ay luna de luna clara
discreta
hasta la impostura
lleva a mi niño amado
la prueba
de mi ternura:
que llegue
tu luz oblicua
ardiente hasta su costado
Ay luna
que se suspende
por detrás de tu pupila
Ay luna, lunita, luna
que sueña
aunque nunca duerme
