Ciudad de México, 1980. Estos poemas forman parte de La delgada costumbre de lo vulnerable (o breve compendio de lo habitual) (Praxis, 2022).
PERRO MIEDO
Los perros saben mucho sobre miedo.
No por nada son guardianes de panteones,
guardaespaldas de indigentes,
orquestal insomnio de la madrugada.
No subestiman a los taqueros, al camión de la basura
o al señor de los elotes. Huyen de los sonidos fuertes:
fuegos artificiales, tormentas.
He visto a perros muy feroces
tomar distancia ante un jardín lleno de botellas
con agua. ¿Pero quién ha inventado semejante artificio?
¿Se lo debemos a la ciencia? Y si fuera el caso,
¿cuál es el método científico para comprobar el temor
en un perro? Algunos piensan que es ridículo.
No tan ridículo como mi temor al futuro.
Es admirable cómo los perros le ladran tan fuerte
a esas botellas. Ya quisiera yo ladrarle así a la vida.
Ladrar es un acto de insurrección. Un ladrido
es un ejemplo de lucha y templanza.
Algún día un perro orinará sobre las botellas de algún jardín.
Yo seguiré ladrando.
LABORAL
Dedicarse. Dedicarse por completo.
Dedicarse a observar
hacia qué lado gira
el agua del retrete,
hasta dónde llega de profundo
el hambre de las doce,
en qué momento el calendario desaparece
los días de descanso.
De
di
car
se.
Sería prudente que les dijeras la verdad.
Ya no quieres dedicarte más a todo esto.
Cuéntales cómo tu intestino se inflama.
No puedes dormir. Te acaloras. Te tiembla la mano.
Cuéntales de tu sueño.
Aquel en el que nadie se dedica a nada
y todos estamos tres metros bajo tierra
y hay flores, gusanos, memoria,
silencio.