In memoriam Guillermo Fernández
para Guillermo,
in memoriam
Perdón que no llegué
a esa esquina del Océano Atlántico
en la que estabas esperándome
con tus palabras buenas como boyas
flotando entre las olas:
mi boca estaba llena de sarcófagos
mis manos se agrietaban por la luz
vertida desde el cielo levantado
de prisa, como un tianguis ilegal.
Ahora la cabeza es una hoguera
prendida: no se apaga, siempre arde
el día y la noche y quema,
arde y por siempre quema,
quema,
quema.