Poema / Graciela Aráoz

    
La violinista del quinto
    
     Ella se abraza y se queda quieta
     aprieta los dientes
     va y viene sintiendo el olor del pato
     que la vecina descuartizó.
    
     Se abraza cada vez más largo
     desde su ventana ve la cabeza sangrante
     del pato
     cruza y la ceremonia se anuncia
     la cocina hierve, las especias tendidas
     mientras ella paladea el deseo:
     la boca se abre,
     se huele la comida, se abraza nuevamente,
     abre los ojos, la boca abre,
     la abraza, se besan
     hasta que el beso muerde
     el elixir de los vampiros
     y ahí regresa
    
     y vuelve a ser la violinista del quinto piso.
    
    
 Velorio
    
     Huelo a río quemado en los ojos de ese hombre,
     abro, cierro las ventanas
    
     mujeres envueltas gritan, hablan,
     no sé cuántas cosas han pasado en diez años
     antes de dormirme, a veces tiemblo
     otras lloro
     los lobos aúllan y enciendo velitas
     prefiero velar al muerto antes de que muera
    
     con los ojos
     desnudos

     y todavía mirándome.

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