Tú avivas en los nombres una matriz fatigada
y en ese temblor comienza mi memoria.
Es verano. La intimidad feroz se abraza al árbol.
Sentimos la cercanía de las serpientes
y cada noche nos vigila un sapo.
Tú no mides tu esfuerzo ni tu pasión
y tu garganta se dilata en latidos.
Somos una casa encinta, y tú naces en la frescura interior del
[árbol, en su bramido.
Secreta es también la estancia donde jadea mi lengua y
[percute una ausencia.
Siempre es ese verano.